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3 de julio de 2025 a las 00:10

¡Godzilla Climático! Prepárate para El Niño extremo

El calentamiento global está dejando una huella imborrable en nuestros océanos, transformándolos a un ritmo alarmante y con consecuencias devastadoras que resuenan en todo el planeta. Desde fenómenos climáticos extremos hasta la alteración de los ecosistemas más fundamentales, la comunidad científica nos alerta sobre la necesidad urgente de actuar. El "Niño Godzilla", un evento de proporciones épicas, nos mostró la fuerza bruta de un océano sobrecalentado. Imaginen un aumento de temperatura de más de 2.5 grados centígrados por encima del promedio, un escenario que no solo impacta las mediciones de los termómetros, sino que trastoca el delicado equilibrio de la vida marina. En Mazatlán, por ejemplo, la irrupción de microorganismos invasores desplazó a las especies locales de plancton, la base misma de la cadena alimentaria. Aunque el ecosistema logró recuperarse, estos eventos dejan una cicatriz en la memoria y nos advierten sobre la fragilidad de nuestros mares. Y si miramos al pasado, los registros paleoceanográficos revelan que fenómenos similares han ocurrido desde tiempos remotos, como el Cretácico. Sin embargo, el calentamiento global actual actúa como un amplificador, incrementando su frecuencia e intensidad, poniendo en jaque la estabilidad de los ecosistemas y la seguridad alimentaria de las comunidades que dependen del mar.

En el Pacífico mexicano, el rugido del océano se manifiesta también en la furia creciente de los huracanes. Una "alberca de agua caliente" cerca del Istmo de Tehuantepec, acumula calor durante la primavera y el verano, alimentando la formación de huracanes cada vez más potentes e impredecibles. El huracán Otis, en 2023, es un ejemplo estremecedor de esta nueva realidad: en menos de 24 horas, pasó de tormenta tropical a un monstruoso huracán categoría 5, sembrando la devastación a su paso. Si bien el impacto directo en el océano se limita a las capas superficiales, hasta unos 200 metros de profundidad, la combinación de aguas más cálidas y el cambio climático está creando un escenario propicio para eventos extremos cada vez más frecuentes y difíciles de predecir.

Pero la amenaza no se limita a la superficie. En las profundidades del océano, un enemigo silencioso se extiende: la desoxigenación. Las zonas de mínimo oxígeno, aunque representan menos del 8% de la superficie oceánica global, son responsables de hasta el 50% de la pérdida de nitrógeno marino, un elemento esencial para la vida, en forma de óxido nitroso, un potente gas de efecto invernadero. Este proceso no solo afecta los ciclos ecológicos fundamentales, sino que también contribuye al calentamiento global, creando un círculo vicioso de consecuencias devastadoras. El océano, un aliado crucial en la lucha contra el cambio climático gracias a su capacidad de absorber dióxido de carbono, se ve debilitado por la expansión de estas zonas muertas, alterando las comunidades microbianas y afectando procesos vitales como el ciclo del nitrógeno. El aumento del nivel del mar, la pérdida de corales, los cambios en la biodiversidad y la proliferación de mareas rojas son solo algunas de las caras de esta crisis multifacética que amenaza no solo la salud de nuestros océanos, sino también la supervivencia de las comunidades costeras, sus economías y su forma de vida. El futuro de nuestros océanos, y en consecuencia, el nuestro, depende de las acciones que tomemos hoy. No podemos permitirnos ignorar el clamor del mar.

Fuente: El Heraldo de México