
3 de julio de 2025 a las 00:50
Djokovic sin energía: La verdad sobre Wimbledon
La sombra de la duda se cernió sobre la Centre Court de Wimbledon. El rugido inicial de la afición, expectante ante el debut del titán serbio, Novak Djokovic, se transformó en un murmullo de preocupación. El número 5 del mundo, acostumbrado a dominar la hierba sagrada con la precisión de un cirujano, mostraba signos de fragilidad, una inusual vulnerabilidad que contrastaba con la potencia de su saque y la precisión de sus golpes.
El primer set fue un monólogo del serbio. Un Djokovic en estado de gracia, desplegando su arsenal tenístico con la maestría que lo ha catapultado a la cima del deporte blanco. Oportunidades de quiebre desaprovechadas por Muller, dejaban entrever que el francés, a pesar de su valentía, poco podía hacer ante la embestida del gigante. Pero el segundo set trajo consigo un cambio radical. La energía que impulsaba a Djokovic parecía desvanecerse, reemplazada por una palidez inquietante y una visible incomodidad. El serbio, lejos de su habitual despliegue físico, se movía con pesadez, su mirada perdida en un punto indefinido más allá de la red.
El fantasma de la retirada sobrevolaba Wimbledon. El público, consciente de la situación, contenía la respiración en cada punto. El 2-1 a favor de Djokovic en el tercer set marcó el punto de inflexión. El serbio, con evidentes gestos de dolor, solicitó la asistencia médica. La tensión se palpaba en el ambiente. Minutos que parecieron una eternidad. Las píldoras administradas por el médico parecían un último recurso, una apuesta desesperada por mantener viva la esperanza de la victoria.
Las palabras de Djokovic en la rueda de prensa posterior al partido dibujaron un cuadro aún más dramático de la situación. "Destrozado", así se sentía el campeón tras una victoria que supo a derrota. La confesión de sus problemas estomacales, la falta de energía, la lucha por la supervivencia en la pista, revelaron la magnitud del desafío que había enfrentado. Un desafío que iba más allá del tenis, una batalla contra su propio cuerpo.
Sin embargo, la grandeza de un campeón reside en su capacidad para sobreponerse a la adversidad. Y Djokovic, una vez más, demostró ser un coloso. La energía que parecía perdida regresó, impulsada por una fuerza de voluntad inquebrantable. El serbio recuperó el control del partido, imponiendo su ley en los dos sets siguientes. Un triunfo agónico, forjado en el sufrimiento y la determinación.
La victoria contra Muller no solo le aseguró el pase a la segunda ronda de Wimbledon, donde le esperaba el británico Daniel Evans, sino que también representó una victoria personal, una demostración de resiliencia y coraje. Djokovic, el gladiador de la pista, había vencido a un enemigo invisible, demostrando que incluso en sus momentos más vulnerables, su espíritu de lucha permanece intacto. El camino hacia el título aún es largo, pero la primera batalla, la más difícil, ya ha sido ganada. Y el mundo del tenis, con la respiración contenida, espera ansioso el próximo capítulo de esta épica historia. ¿Será capaz Djokovic de repetir la hazaña? ¿Podrá su cuerpo resistir la exigencia del torneo? Solo el tiempo lo dirá.
Fuente: El Heraldo de México