
2 de julio de 2025 a las 09:40
Deleita tu paladar con arte culinario
Desde las sombras de las tumbas faraónicas, donde cebollas y cardos prefiguraban la alcachofa en un anhelo de persistencia culinaria en el más allá, hasta la vibrante cerámica minoica, con sus ánforas y vasijas pobladas de flora y fauna, el arte y la cocina han entrelazado sus destinos. Los mosaicos romanos, con sus bodegones de frutas relucientes en recipientes cristalinos, como los frescos pompeyanos del año 70, son testimonio de esta antigua alianza. Un maridaje que encuentra su máxima expresión en las naturalezas muertas y los bodegones, donde mesas rebosantes, platos exquisitos y banquetes opulentos se convierten en protagonistas recurrentes de la escena artística.
La alimentación, esa necesidad primigenia, engendró la gastronomía, y con ella, todo un universo de accesorios: cubiertos, cristalería, vajillas, mantelería, que transforman el acto de comer en un ritual. Y los espacios, desde la humildad de las cocinas y fogones hasta la amplitud de los comedores y la rusticidad de los campos abiertos, se convierten en escenarios de este arte culinario. La pintura, atraída por la riqueza de este mundo, se instala en estos lugares, capturando la elaboración, el consumo y el ritual de la comida.
Recordemos los estudios a la acuarela de Leonardo da Vinci, dedicados a las dulces cosechas de la tierra (1495). Es fascinante imaginar al genio renacentista, en sus años de aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio, trabajando como mozo en la "Taverna delle tre lumache" del Ponte Vecchio, donde los caracoles eran la especialidad. Años después, junto a su colega Sandro Botticelli, otro amante de los placeres de la mesa, abriría su propia fonda, "delle tre rane". Anécdotas que nos acercan al lado más humano de estos gigantes del arte y nos revelan su conexión con el mundo culinario.
Obras maestras como la "Carnicería" de Annibale Carracci (1583, Christ Church Picture Gallery, Oxford) o el "Cesto con frutas" de Caravaggio (1596, Pinacoteca Ambrosiana, Milán) son ejemplos elocuentes de la maestría con la que los artistas han abordado el tema culinario. En España, Juan Sánchez Cotán (1560-1627) nos legó obras de un realismo asombroso, como su "Membrillo, repollo, melón y pepino" (Museo de San Diego, California) y su "Bodegón de caza, hortalizas y frutas" (Museo del Prado, Madrid). Lienzos que parecen emanar los aromas de la huerta, transportándonos a un mundo de sensaciones táctiles y olfativas.
El Barroco nos regala la genialidad de Francisco de Zurbarán (1598-1664), con obras excepcionales como su "Bodegón de jarras" (1636, Museo del Prado, Madrid) o su "Plato con limones, cesta con naranjas y taza con una rosa" (Museo Norton Simon, Los Ángeles). Zurbarán, con su precisión y su dominio de la luz, rivaliza con los grandes maestros flamencos del género.
En México, Agustín Arrieta (1803-1874), un artista tlaxcalteca radicado en Puebla, se destaca por sus representaciones de la cocina nacional. Obras como "Cuadro de comedor" (1857-1859) y "Bodegón" (1860), pertenecientes a la colección Andrés Blastein, son un homenaje a los exóticos manjares mexicanos, capturados con un verismo deslumbrante en sus texturas y colores. Una figura injustamente olvidada en su tiempo, rescatada del anonimato gracias a la labor del erudito José Luis Bello y Zetina (1889-1968) y su libro "Pinturas Poblanas" (1943).
En este festín de sabores y colores, la vista, el olfato, el tacto y el gusto se entremezclan, se complementan, trabajando en armonía para el deleite del comensal. La pintura, en este contexto, actúa como aperitivo, como preludio a la experiencia gustativa, pero también como colofón, como homenaje a la rendición del paladar ante los secretos de la cocina. Viandas, pitanzas y gollerías que anuncian su llegada con el vuelo de sus aromas, seduciendo la mirada del comensal antes de transformarse en materia que libera sus jugos y sabores en el proceso digestivo.
Recordemos la sabia frase: "Dime qué comes y te diré quién eres". Una máxima que resume la profunda conexión entre el ser humano y la comida, una conexión que el arte, desde tiempos inmemoriales, ha sabido capturar con maestría.
Fuente: El Heraldo de México