
2 de julio de 2025 a las 04:00
Chiapanecos deportados de Pensilvania
El sueño americano, una frase que resuena con la promesa de una vida mejor, se desvaneció para Benjamín y Carlos, padre e hijo, en un instante. Provenientes de la tierra mágica de San Juan Chamula, Chiapas, donde las tradiciones ancestrales se entrelazan con la vida diaria, se aventuraron al norte buscando un futuro más próspero. Imaginaron un porvenir lejos de la violencia que azota su tierra natal, un lugar donde el trabajo duro se tradujera en oportunidades y una vida digna. Pero el 25 de junio, ese sueño se transformó en una pesadilla.
En un restaurante de Pennsylvania, donde Benjamín y Carlos servían con esmero los platillos que les permitían sostener a su familia en Chiapas, el destino les jugó una mala pasada. Agentes de migración irrumpieron en la cotidianidad del restaurante, rompiendo la armonía del lugar con su presencia imponente. No solo Benjamín y Carlos fueron alcanzados por la redada, sino también doce personas más, compatriotas chiapanecos y guatemaltecos, unidos por la misma búsqueda de un futuro mejor. En los campos de verduras, bajo el sol inclemente, la labor se interrumpió abruptamente. El pánico se apoderó de ellos, buscando refugio en las azoteas, una escena que evoca la desesperación de quienes se aferran a la esperanza de no ser encontrados.
El relato de Carlos, un menor de tan solo 16 años, nos estremece con su crudeza. "De repente subió un güero y nos apuntó con un arma y dijo 'manos arriba'", palabras que resuenan con la fuerza de una experiencia traumática, grabadas a fuego en la memoria de un adolescente que apenas comienza a vivir. La imagen del arma apuntándoles, la sensación de vulnerabilidad, la impotencia ante la situación, son sentimientos que difícilmente podrán borrarse.
El largo y tortuoso camino de regreso a casa se convirtió en un amargo recordatorio de sus sueños rotos. Un periplo que los llevó de Pittsburgh a Houston, de Houston a Texas, de Texas a Ciudad Juárez, de Ciudad Juárez a la Ciudad de México, de la capital a Tuxtla Gutiérrez y finalmente a San Cristóbal de Las Casas, donde su familia, con una mezcla de alivio y tristeza, los esperaba. Cada tramo del viaje, cada escala en un nuevo aeropuerto, era un paso más lejos del sueño americano y un doloroso acercamiento a la realidad que los aguardaba.
Benjamín, con casi tres años en Estados Unidos, y Carlos, con apenas seis meses, vieron cómo sus esfuerzos se desvanecían en el aire. La solicitud de asilo de Carlos, basada en la violencia que impera en su región natal, fue denegada. La esperanza de una vida segura y en paz se esfumó, dejándolos a la deriva en un mar de incertidumbre.
La ayuda gubernamental de 2 mil pesos, una cantidad insuficiente para cubrir las necesidades básicas de una familia de siete integrantes, apenas les alcanzó para costear el pasaje de Ciudad Juárez a la Ciudad de México. Ahora, de regreso en San Cristóbal de Las Casas, Benjamín y Carlos se enfrentan a la difícil tarea de reconstruir sus vidas desde cero. La lucha por la supervivencia se presenta más ardua que nunca, con el peso de un sueño frustrado y la incertidumbre de un futuro incierto. ¿Qué les deparará el destino? ¿Podrán superar las adversidades y encontrar la estabilidad que tanto anhelan? Solo el tiempo lo dirá. Su historia, sin embargo, nos invita a reflexionar sobre la complejidad del fenómeno migratorio, las esperanzas y los sueños que impulsan a miles de personas a dejar su tierra natal, y las barreras que enfrentan en su búsqueda de una vida mejor.
Fuente: El Heraldo de México