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2 de julio de 2025 a las 09:41
CDMX: ¿Líder en búsqueda de personas para 2030?
La sombra de la desaparición se cierne sobre México, un espectro más aterrador que la propia muerte. La angustia de las familias, suspendidas en un limbo de incertidumbre, cargando el peso de la ausencia sin respuesta, es una herida que supura en el alma nacional. No se trata solo de la pérdida física, sino de la negación del duelo, de la imposibilidad de cerrar un ciclo, de la tortura constante de no saber.
Para las víctimas, el horror toma la forma de la esclavitud moderna, una realidad brutal que nos regresa a las épocas más oscuras de la humanidad. Secuestrados, despojados de su libertad y dignidad, convertidos en mercancía para alimentar las voraces fauces del crimen organizado. Jóvenes, en la flor de la vida, arrancados de sus hogares y arrojados a un mundo de violencia y explotación.
La historia de las desapariciones en México es larga y dolorosa. Desde la "Guerra Sucia", con sus siniestros episodios de represión política y desaparición forzada, hasta la actual ola de violencia ligada al narcotráfico, el país ha sido testigo de una tragedia que parece no tener fin. La guerra contra el narco, paradójicamente, ha exacerbado el problema, fortaleciendo a los cárteles y convirtiendo el secuestro y el reclutamiento forzado en una práctica sistemática.
Pero la narcodelincuencia no es el único culpable. Motivos personales, pasionales, feminicidios, disputas patrimoniales, también alimentan la maquinaria de la desaparición. En estos casos, el objetivo es "borrar del mapa" a la víctima, ocultar la evidencia del crimen, silenciar para siempre las voces que incomodan. La tierra esconde historias de horror, fosas clandestinas que guardan los restos de vidas truncadas, sueños rotos y esperanzas desvanecidas.
La impunidad es el combustible que alimenta esta tragedia. La falta de recursos, la debilidad institucional, la corrupción y la complicidad, crean un terreno fértil para la proliferación de la violencia. Los perpetradores, envalentonados por la ausencia de consecuencias, repiten sus crímenes con una impunidad que indigna y aterra.
Para romper este círculo vicioso, es crucial fortalecer las instituciones, dotarlas de los recursos necesarios para investigar, buscar y sancionar. Es fundamental seleccionar a los mejores perfiles para liderar los 33 Sistemas de Búsqueda, personas con experiencia, capacidad y compromiso, que no lleguen a aprender, sino a aplicar su conocimiento y liderazgo para coordinar esfuerzos y lograr resultados concretos.
La Ciudad de México, como epicentro político y social del país, tiene un papel crucial en la implementación de políticas públicas efectivas. La Jefa de Gobierno, Clara Brugada Molina, tiene en sus manos la responsabilidad de designar al titular de la Comisión de Búsqueda de la CDMX, una decisión que tendrá un impacto significativo en la lucha contra la desaparición. Es imperativo que elija al candidato más idóneo, alguien con la experiencia, la trayectoria y el compromiso necesarios para enfrentar este desafío.
Entre las voces que se alzan para proponer un candidato idóneo, destaca el nombre de Luis Gómez Negrete, un profesional reconocido por su amplia experiencia en el campo de la búsqueda de personas desaparecidas, su compromiso con las víctimas y su capacidad para coordinar esfuerzos y articular estrategias. Su nombramiento sería una señal de esperanza para las familias que buscan incansablemente a sus seres queridos, una muestra de que la lucha contra la desaparición es una prioridad para el gobierno. La esperanza, aunque tenue, sigue viva.
Fuente: El Heraldo de México