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1 de julio de 2025 a las 22:20

Alerta: Evacuaciones en Tampico y Altamira

La zozobra se palpa en el aire húmedo y pesado del sur de Tamaulipas. El incesante golpeteo de la lluvia, que en los últimos días ha azotado la región con furia implacable, se ha convertido en un presagio ominoso. El sistema lagunario, ese complejo entramado de canales y lagunas que serpentea entre Tampico, Madero y Altamira, está a punto de rebasar su límite, amenazando con desatar una inundación de proporciones históricas. Dos metros. Esa es la cifra que resuena en los comunicados oficiales, en las conversaciones preocupadas de los vecinos, en los altavoces que recorren las calles instando a la evacuación. Dos metros que representan mucho más que una simple medición: simbolizan la angustia de miles de familias, la incertidumbre ante un futuro inmediato que se presenta turbio y amenazante.

El río Tamesí, habitualmente un remanso tranquilo que refleja la vida cotidiana de la región, se ha transformado en un torrente embravecido. Sus aguas, engrosadas por las lluvias torrenciales y el caudal desbocado del Guayalejo, avanzan con una fuerza descomunal, arrastrando consigo la amenaza latente de la devastación. La estación hidrométrica de Magacatzin, testigo silencioso del drama que se avecina, registra un volumen aterrador: tres mil trescientos metros cúbicos por segundo. Una cifra que habla por sí sola de la magnitud de la crisis.

El gobernador Américo Villarreal Anaya, con el rostro marcado por la preocupación, ha lanzado un llamado urgente a la población: evacuar. Cada minuto cuenta, cada segundo puede marcar la diferencia entre la seguridad y el peligro. La maquinaria gubernamental, en una carrera contra el tiempo, se ha puesto en marcha. La Secretaría de la Defensa Nacional, la Guardia Nacional y las autoridades municipales trabajan codo a codo en un esfuerzo coordinado para poner a salvo a las familias que habitan en las zonas de mayor riesgo. Los albergues temporales, dispuestos estratégicamente en puntos seguros, se preparan para recibir a quienes han tenido que abandonar sus hogares, ofreciendo refugio, alimento y atención médica.

El perifoneo incesante, que rompe el silencio de la noche, se mezcla con el ruido de las sirenas y el ir y venir de los vehículos de emergencia. Es una sinfonía discordante que refleja la urgencia de la situación. Las autoridades recorren palmo a palmo las zonas vulnerables, instando a los habitantes a abandonar sus casas, a no arriesgar sus vidas. Pero no todos están dispuestos a partir. El apego a sus hogares, a sus pertenencias, a sus recuerdos, los ancla a una tierra que se encuentra al borde del colapso. Para ellos, la evacuación representa una pérdida, un desgarramiento. Sin embargo, la advertencia es clara: una vez que el sistema lagunario se desborde, los rescates serán extremadamente difíciles y el riesgo se multiplicará exponencialmente.

El fantasma del pasado acecha. El antecedente de 1.92 metros, una marca que hasta ahora se consideraba histórica, está a punto de ser superada. Las próximas 24 horas serán cruciales. El pico máximo de la creciente se espera en ese lapso, un periodo de tiempo que se antoja eterno para quienes esperan con el corazón en un puño. La incertidumbre se cierne sobre la región como una nube densa y oscura.

En medio de la angustia y la desesperación, el gobierno de Tamaulipas hace un llamado a la calma, a la responsabilidad. Es fundamental mantenerse informado a través de los canales oficiales, evitar la propagación de rumores que solo contribuyen a generar pánico y, sobre todo, colaborar con las autoridades en las labores de evacuación y resguardo. La solidaridad, la unidad y la prudencia son las herramientas más valiosas en estos momentos críticos. El futuro del sur de Tamaulipas, por ahora, pende de un hilo.

Fuente: El Heraldo de México