La noche del domingo 29 de junio, la tranquilidad de Culiacán se vio brutalmente interrumpida por un macabro hallazgo que ha conmocionado a la sociedad sinaloense. Una vagoneta blanca, convertida en tétrico receptáculo de muerte, fue encontrada abandonada en la carretera México 15 libre, al norte de la ciudad. El horror no se limitaba al interior del vehículo, donde se apilaban varios cuerpos sin vida, sino que se extendía bajo el puente vehicular que conecta con el sector del Seminario, donde yacían cuatro hombres más, víctimas de una violencia inimaginable.

La escena, digna de una película de terror, fue descubierta poco antes de la medianoche, gracias a una llamada anónima al número de emergencias 9-1-1. El reporte alertaba sobre un vehículo sospechoso con mensajes escritos en una lona, mensajes que, aunque aún no han sido revelados por las autoridades, presagian un ajuste de cuentas entre grupos del crimen organizado.

Al llegar al lugar, elementos de la Guardia Nacional y de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana confirmaron la dantesca realidad: dentro de la vagoneta, un espectáculo de horror que helaba la sangre. A pocos metros, bajo la sombra del puente, cuatro cuerpos más, jóvenes, con pantalones de mezclilla, delgados, y con la terrible particularidad de la ausencia de sus cabezas. Una imagen que habla de la saña y la brutalidad con la que operan estos grupos criminales, un mensaje claro y directo a sus rivales y a la sociedad en general.

El área fue acordonada de inmediato, convirtiéndose en un hervidero de actividad policial y forense. Peritos de la Dirección General de Investigación Pericial trabajaron incansablemente durante la noche, recabando evidencias, fotografiando cada detalle, tratando de reconstruir los últimos momentos de estas víctimas anónimas. Un trabajo meticuloso y crucial para esclarecer este crimen que ha sacudido a Culiacán.

La Fiscalía General del Estado ha abierto las carpetas de investigación correspondientes, iniciando una carrera contra reloj para identificar a las víctimas y dar con los responsables de este múltiple homicidio. La incertidumbre y el miedo se apoderan de la ciudad, mientras la sombra del narcotráfico vuelve a oscurecer las calles. ¿Quiénes eran estas víctimas? ¿Cuál es el mensaje oculto tras la lona? ¿Lograrán las autoridades desentrañar la madeja de este brutal crimen y llevar a los culpables ante la justicia? Son preguntas que, por ahora, permanecen sin respuesta, alimentando la angustia y la indignación de una sociedad harta de la violencia.

Este nuevo episodio de terror nos recuerda la fragilidad de la paz y la persistencia del crimen organizado en la región. Un recordatorio doloroso de la necesidad de fortalecer las instituciones, de combatir la impunidad y de trabajar por un futuro donde la vida humana tenga el valor que merece. Mientras tanto, Culiacán se despierta con la resaca del horror, con la imagen imborrable de la vagoneta blanca y los cuerpos sin vida, un testimonio mudo de la barbarie que aún azota a nuestra sociedad.