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30 de junio de 2025 a las 09:20

Reaviva la llama: Ilusión en pareja

La ilusión, ese espejismo construido por nuestra mente, nos seduce con la promesa de una realidad a nuestra medida. Pero, ¿qué tan sólida es esa construcción? Nuestro proceso cognitivo, esa intrincada red de percepciones, pensamientos y emociones, es el arquitecto de esta ilusión. Comprender cómo aprendemos, cómo filtramos la información que nos rodea, es crucial para desentrañar la arquitectura de nuestras expectativas y, en última instancia, para navegar con mayor claridad el océano de la realidad.

Desde el primer estímulo, ya sea un susurro interno o un clamor del mundo exterior, nuestra mente se pone en marcha. Una sensación, un reflejo casi instantáneo, activa nuestros sentidos, esos guardianes que seleccionan qué detalles permitimos que entren en nuestro castillo mental. Es en esta etapa perceptiva donde, casi sin darnos cuenta, podemos magnificar ciertos aspectos y minimizar otros, creando una imagen incompleta, una realidad distorsionada que alimenta nuestras ilusiones.

No podemos olvidar el papel crucial que juegan la memoria, la imaginación, e incluso nuestras defensas y resistencias, en la construcción de nuestros pensamientos y creencias. Añadimos a la mezcla el peso de nuestras emociones, los simbolismos que nos rodean, los significados que les atribuimos, y obtenemos una compleja receta que define nuestra percepción del mundo.

En el ámbito de las relaciones, la ilusión puede tejer un velo especialmente seductor. Una pareja, ese otro ser con quien compartimos un fragmento de nuestro camino, puede convertirse en el lienzo sobre el que proyectamos nuestros anhelos más profundos. Cuando la relación se basa en el respeto y el compromiso mutuo, se abre la puerta al crecimiento personal, a la posibilidad de descubrirnos a nosotros mismos a través de la mirada del otro.

Sin embargo, cuando buscamos en la pareja la satisfacción de nuestras propias carencias, cuando depositamos en ella la ilusión de completarnos, de sanar nuestras heridas, estamos construyendo sobre cimientos inestables. La exigencia, el capricho, la dependencia, se convierten en los pilares de una relación destinada a la decepción. En lugar de dar y recibir con libertad, nos aferramos a la expectativa de lo que "debería ser", de lo que creemos que necesitamos del otro para ser felices.

Recordemos el ejemplo de la persona que acepta un trabajo sin informarse adecuadamente, cegada por la ilusión de resolver sus problemas económicos. O el caso de la joven que se enamora de la imagen superficial de su pareja, ignorando las señales de alerta, sólo para descubrir más tarde una realidad que no se ajusta a sus expectativas.

Estas historias nos recuerdan la importancia de observar con atención, de analizar con objetividad, de cuestionar nuestras propias ilusiones. Antes de lanzarnos de cabeza a una relación, ya sea laboral, amorosa o de cualquier índole, es fundamental tomarnos el tiempo de conocer a la otra persona o la situación, evaluar si sus valores y creencias se alinean con los nuestros. Si algo nos inquieta, es importante preguntarnos por qué, qué aspectos de nosotros mismos se reflejan en esa inquietud, y cómo podemos atender nuestras necesidades de una manera sana y realista.

La clave para construir relaciones sólidas y auténticas radica en la autoconciencia, en la capacidad de discernir entre la ilusión y la realidad. Sólo entonces podremos conectar con los demás desde la libertad y el respeto, y cultivar relaciones que nos enriquezcan y nos permitan crecer como individuos.

MARÍA ISABEL ROMERO LÓPEZ

MAESTRA EN PSICOLOGÍA CLÍNICA INTEGRATIVA

EEZ

Fuente: El Heraldo de México