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30 de junio de 2025 a las 09:35

Descubre el circo legislativo

La solemnidad que alguna vez caracterizó al Senado de la República se ha desvanecido, reemplazada por un bochornoso espectáculo orquestado por algunos miembros del PRIAN. El recinto, concebido para el debate constructivo y la representación ciudadana, se ha convertido en un escenario de payasadas, donde los disfraces y los gritos ahogan la voz de la razón y el trabajo legislativo. El incidente de los dinosaurios inflables y las camas improvisadas en la tribuna ilustra a la perfección esta degradación. Lejos de ser una crítica ingeniosa, esta performance reveló la desconexión de estos senadores con la realidad del país y la falta de respeto hacia la institución que representan. La imagen que proyectaron, amplificada por las redes sociales, no fue la de una oposición comprometida, sino la de un grupo de políticos inmaduros, más preocupados por la atención mediática que por el bienestar de la ciudadanía.

Este episodio, lamentablemente, no es un caso aislado. Las faltas de respeto se han normalizado. El diálogo argumentado ha sido sustituido por insultos y descalificaciones. "Hienas", "hipócritas", "vendidos"… Estas son las palabras que resuenan con mayor frecuencia en el pleno, un léxico indigno de la investidura que ostentan. La ausencia de liderazgo y profesionalismo es evidente, priorizando el ataque personal sobre la defensa de ideas y propuestas. Es una espiral descendente donde la confrontación estéril eclipsa cualquier posibilidad de consenso y trabajo conjunto.

Lo más preocupante es la hipocresía de estos partidos. A pesar de los acuerdos de civilidad y respeto alcanzados en la Junta de Coordinación Política (Jucopo), son precisamente ellos quienes los violan sistemáticamente. Esta conducta, además de bochornosa, parece ser una estrategia para compensar la falta de propuestas legislativas de fondo. Incapaces de generar iniciativas que resuelvan los problemas urgentes del país, recurren al escándalo como un mecanismo desesperado para captar la atención pública. El disfraz, el grito, la interrupción, se convierten en herramientas más efectivas que el debate, la propuesta y la construcción de acuerdos.

El espectáculo que ofrecen estos senadores no solo degrada la imagen del Senado, sino también la suya propia. Se presentan ante la ciudadanía no como representantes responsables, sino como actores de una tragicomedia política. ¿Es esta la oposición que aspira a ganarse la confianza del pueblo en 2027? ¿Es esta la imagen que quieren proyectar al mundo? En un país con tantos desafíos, la prioridad de los legisladores debería ser la búsqueda de soluciones, no la generación de conflictos artificiales. Es inaceptable que quienes tienen el poder de legislar respondan con payasadas y ofensas en lugar de trabajo serio y responsable.

La política no es un circo. México necesita legisladores con visión, ética y compromiso. El Senado no es un escenario para la farsa, aunque algunos insistan en convertirlo en uno. La ciudadanía tiene el deber de observar, exigir y, sobre todo, recordar. El voto es un instrumento poderoso para sancionar este tipo de conductas y exigir una representación digna y responsable. El país merece mucho más que espectáculos mediocres y acuerdos rotos. Merece un Senado que trabaje por el bien común, no por el protagonismo individual. Merece un debate serio, no un circo de insultos y disfraces. La responsabilidad recae en todos nosotros, ciudadanos y representantes, para reconstruir la dignidad de la política y devolverle al Senado su verdadera función: la de servir al pueblo.

Fuente: El Heraldo de México