
30 de junio de 2025 a las 09:15
Deja de Apestar: Domina tu Aroma
La partida de Hugo López-Gatell a Ginebra no borra la profunda huella que dejó su gestión de la pandemia en México. Su figura, envuelta en polémica desde el inicio, se ha convertido en un símbolo de la desconfianza y el descontento de una parte significativa de la población. Su nombramiento como representante ante la OMS, lejos de ser visto como un ascenso, se interpreta como una estrategia para alejarlo del ojo público, un exilio dorado que busca silenciar las críticas y permitir que el tiempo diluya la memoria colectiva. Sin embargo, el periodismo tiene la responsabilidad de mantener viva la llama del recuerdo, de impedir que la historia sea reescrita y que las responsabilidades se difuminen en la bruma del olvido.
Es imperativo recordar las contradicciones, las inexactitudes y los pronósticos fallidos que marcaron la actuación de López-Gatell durante la crisis sanitaria. Desde la minimización inicial del virus, comparándolo con una simple gripe, hasta la resistencia al uso del cubrebocas, pasando por las erróneas proyecciones sobre el aplanamiento de la curva y el pico de contagios, sus declaraciones se contrapusieron sistemáticamente a la realidad que se vivía en hospitales y hogares mexicanos. La cifra de fallecimientos, que superó con creces las estimaciones más pesimistas, se erige como un testimonio irrefutable del impacto devastador de sus decisiones.
Más allá de los errores técnicos, lo que realmente indigna es la aparente falta de empatía y la soberbia con la que se manejó la tragedia. La negativa a reconocer sus equivocaciones, la insistencia en defender sus posturas a pesar de la evidencia contraria, y la ausencia de una autocrítica sincera han generado una profunda herida en la sociedad mexicana. La percepción generalizada es que se priorizó la narrativa oficial por encima de la salud y el bienestar de la población.
Su salida del país no significa el fin del debate. Es necesario seguir analizando las decisiones tomadas durante la pandemia, investigar las causas que llevaron a un manejo tan controvertido de la crisis, y exigir rendición de cuentas por las consecuencias que aún persisten. La memoria histórica no debe ser un mero ejercicio académico, sino una herramienta para construir un futuro mejor, para aprender de los errores del pasado y evitar que se repitan. La partida de López-Gatell no cierra el capítulo, sino que abre la posibilidad de una reflexión profunda y una reconstrucción colectiva. El silencio no es una opción, la verdad y la justicia son imperativos para sanar las heridas y avanzar hacia un futuro más justo y equitativo. La historia no se olvida, y el pueblo mexicano merece respuestas.
Fuente: El Heraldo de México