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29 de junio de 2025 a las 15:55
El Goku coreano que no conocías
El sorprendente viaje de Heo Seong-tae, de un Gokú infantil coreano a la fama internacional, es un testimonio de la imprevisibilidad del mundo del entretenimiento. ¿Quién hubiera imaginado que aquel niño, perdido en una adaptación no oficial y casi olvidada de Dragon Ball, se convertiría en un rostro reconocido a nivel mundial gracias a la potencia de Netflix? La historia, digna de un guion cinematográfico, rescata del olvido una producción peculiar, "Dragon Ball: Ssawora Son Goku, Igyeora Son Goku", una joya bizarra para los fanáticos y una curiosidad para los neófitos.
Esta versión coreana, surgida en 1990, se mantuvo oculta durante décadas, un secreto guardado en los archivos del cine asiático. Lejos del brillo y la producción de Toei Animation, esta adaptación se desenvolvía en un universo propio, con una estética improvisada y una libertad argumental que raya en lo surrealista. Imaginen un Gokú niño, interpretado por el pequeño Heo Seong-tae, navegando en un mundo que, si bien intentaba replicar el universo de Akira Toriyama, se perdía en un mar de recursos limitados y decisiones creativas cuestionables.
La película, un fracaso en su época, se alejaba tanto del realismo occidental como del anime original, creando una estética peculiar que, para algunos, supera incluso la infamia de "Dragon Ball Evolution". Sin embargo, el tiempo, ese juez implacable, le ha otorgado un nuevo significado. La rareza, la nostalgia y el humor involuntario la han convertido en un objeto de culto, un tesoro para los arqueólogos de la cultura pop.
El redescubrimiento de esta película no es solo una anécdota curiosa, sino un reflejo de la fascinación por lo diferente, por lo imperfecto. En la era de la información, donde todo parece estar al alcance de un clic, estas rarezas adquieren un valor especial. Son ventanas a un pasado olvidado, a una época en la que la globalización no había homogeneizado la cultura popular. Y en el centro de esta historia, Heo Seong-tae, un actor que, sin saberlo, se convertía en parte de una leyenda underground.
Su posterior éxito en producciones como "El Juego del Calamar", "Crash", "La Gran Apuesta" o "Un Chico Ejemplar" añade una capa adicional de intriga a esta narrativa. El contraste entre el Gokú infantil de la película coreana y el imponente actor que conocemos hoy genera una inevitable ola de memes y comentarios en redes sociales. Es la magia de internet, capaz de conectar dos puntos aparentemente dispares en la trayectoria de un artista.
El resurgir de "Dragon Ball: Ssawora Son Goku, Igyeora Son Goku" nos invita a reflexionar sobre la evolución de las adaptaciones, sobre la influencia cultural y sobre la imprevisibilidad del éxito. Es una historia que nos recuerda que, a veces, las joyas más valiosas se encuentran en los lugares más inesperados. Y quién sabe, quizás este redescubrimiento inspire a nuevas generaciones de cineastas a explorar las posibilidades inexploradas del universo Dragon Ball, siempre con el respeto y la admiración que la obra de Akira Toriyama merece.
Fuente: El Heraldo de México