
29 de junio de 2025 a las 09:15
Domingos de Bate y Pachanga
Un siglo de emociones, un siglo de batazos, un siglo de LMB. Cien años no se cumplen todos los días, y aunque el camino ha estado lleno de curvas, el béisbol de verano sigue vivo, latiendo con fuerza en el corazón de México. El reciente éxito de la selección nacional en el Clásico Mundial, con ese tercer lugar que supo a gloria, ha inyectado una nueva dosis de pasión en la afición. Las gradas, antes con huecos que dolían, ahora vibran con la energía de miles de almas que celebran cada hit, cada carrera, cada jugada maestra.
Es cierto, no todos los nuevos aficionados conocen las intrincadas reglas de este deporte, pero la belleza del béisbol radica precisamente en su capacidad de unir a personas de todos los gustos y conocimientos. Lo importante es la pasión, la emoción compartida, la alegría de un jonrón que rompe el empate en la novena entrada. Y, seamos sinceros, un estadio lleno es la mejor música para los oídos de cualquier dueño de equipo. Horacio de la Vega, presidente de la LMB, lo tiene claro: la experiencia del béisbol va más allá del juego en sí. Es un encuentro social, un espacio de convivencia, una fiesta donde la pelota es la excusa perfecta para celebrar la vida.
Sin embargo, la alegría del lleno total no debe opacar la realidad del negocio. ¿Se busca la calidad deportiva o la venta de cerveza a toda costa? ¿Es el béisbol el producto principal o un simple acompañamiento para el ambiente festivo? No se trata de demonizar la fiesta, pero el equilibrio es fundamental. La LMB no puede sobrevivir a base de espuma y música si el espectáculo deportivo se diluye en un mar de carreras y errores defensivos. El fanático merece un buen juego, un duelo de pitcheo, una batalla estratégica entre managers.
La decisión de reemplazar a cerca de 300 peloteros mexicanos por extranjeros levanta ampollas. ¿Se trata de una estrategia para mejorar el nivel de juego o una simple medida de ahorro? La formación de talento nacional es costosa, lo sabemos, pero es la base de un béisbol fuerte y competitivo. ¿Cómo podemos aspirar a grandes logros en competencias internacionales si no invertimos en el desarrollo de nuestros propios jugadores? ¿Estamos condenados a depender de la naturalización de peloteros extranjeros para poder competir?
La sombra de la corrupción y el dopaje sigue acechando a la LMB. ¿Dónde está el fair play? ¿Qué mensaje enviamos al permitir que jugadores expulsados de la MLB por dopaje encuentren refugio en nuestra liga? ¿Y qué hay de los casos de violencia doméstica y las deudas alimentarias? No podemos construir una liga sólida sobre los cimientos del descarte de otras. Llenar los estadios es importante, pero no a cualquier precio. El aficionado merece un espectáculo digno, un béisbol limpio, un deporte que inspire y enorgullezca. La LMB tiene cien años de historia a sus espaldas, y el futuro depende de las decisiones que tomemos hoy. El reto es grande, pero la pasión por el béisbol es aún mayor.
Fuente: El Heraldo de México