
29 de junio de 2025 a las 09:25
Domina tus datos: De Herodes al Metaverso
La sombra de Herodes se alarga sobre la era digital. Si bien el contexto histórico es radicalmente distinto, la inquietud que generaba el censo ordenado por el rey de Judea encuentra un eco perturbador en la recolección masiva de datos que caracteriza a nuestra época. La justificación, como entonces, se reviste de un manto de seguridad y bienestar colectivo, pero la desconfianza persiste. ¿Es realmente la seguridad del pueblo el objetivo último, o se esconden otras intenciones tras la avidez por nuestra información?
Ya no es el monarca quien busca controlar a sus súbditos, sino un conjunto difuso de entidades privadas que, bajo la promesa de servicios innovadores y una vida conectada, tejen una red invisible a nuestro alrededor. Desde las instituciones financieras, guardianas de nuestro patrimonio, hasta las plataformas sociales, confidentes de nuestros anhelos y temores, la información fluye como un caudal incesante, alimentando un sistema que nos promete comodidad a cambio de nuestra privacidad.
El dilema es evidente: renunciar a los beneficios de la modernidad o entregar las llaves de nuestra identidad digital. Nos vemos obligados a participar en un juego cuyas reglas no hemos escrito, donde la transparencia es un espejismo y el control se diluye en un laberinto de algoritmos y servidores. Incluso en silencio, nuestro teléfono móvil, convertido en una extensión de nosotros mismos, delata nuestra ubicación y nuestros pensamientos.
Sacar un pasaporte, solicitar una visa, incluso realizar trámites cotidianos, se traduce en una nueva cesión de datos, una huella digital que se suma al mosaico que nos define. Y el Estado, heredero del celo de Herodes, no se queda atrás. Cada nuevo gobierno promete la panacea de una base de datos unificada, capaz de optimizar los servicios y blindarnos contra el crimen. La historia, sin embargo, nos enseña a ser cautelosos ante estas promesas.
El nuevo CURP, la última iteración de este anhelo centralizador, despierta suspicacias. No se trata tanto del temor a la persecución política, una realidad palpable en nuestro contexto, sino de la falta de garantías tangibles para la ciudadanía. ¿Qué beneficios concretos obtendremos a cambio de esta nueva entrega de información? La experiencia nos dice que las cámaras fallan, los sistemas son incompatibles y las promesas se desvanecen en la burocracia.
La obligatoriedad velada del nuevo CURP, disfrazada de voluntariedad, refuerza la sensación de un contrato desigual, donde la adhesión es el precio a pagar por acceder a servicios esenciales. La pregunta que flota en el aire es si esta megabase de datos será realmente una herramienta eficaz contra el crimen, o simplemente un nuevo instrumento de control en manos del poder.
El debate está abierto. La sombra de Herodes, aunque distante en el tiempo, nos recuerda que la vigilancia, bajo cualquier pretexto, siempre debe ser objeto de escrutinio. ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestra privacidad en el altar de la seguridad? ¿O existe un camino que nos permita conciliar la innovación tecnológica con la protección de nuestros derechos fundamentales? La respuesta, como siempre, está en nuestras manos.
Fuente: El Heraldo de México