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29 de junio de 2025 a las 09:10

Corrupción: El significado oculto del pañuelo blanco

La confesión me llega con la pesadumbre de un tango otoñal. Reconozco, amigos, camaradas, compatriotas, que me equivoqué. Me equivoqué rudamente, con la vehemencia del que cree haber encontrado la verdad revelada. Recuerdo vívidamente aquel día de 2020, aún con la frescura del Sexenio Glorioso del Ex Quinto Presidente Más Popular del Mundo brotando como una primavera esperanzadora. Él, el EQPMPDM, con un gesto casi litúrgico, agitó un pañuelo blanco en la mañanera. Un gesto que, en mi ingenuidad, interpreté como la señal inequívoca del triunfo definitivo sobre la corrupción. Un símbolo de pureza, de una nueva era donde las viejas prácticas se desvanecían como fantasmas al amanecer.

¡Qué iluso fui! La oposición, con su cinismo habitual, se burló. Hablaron de sepulcros blanqueados, de hipocresía. Pero yo, enceguecido por la fe, desestimé sus críticas como el ruido insulso de la derrota. Sentí un estremecimiento, una descarga de épica revolucionaria, de éxtasis cuatro-transformacionista. "¡Lo logró!", pensé. "¡El EQPMPDM, una vez más, cumplió su promesa! La corrupción ha sido erradicada". Incluso, en mi euforia, lo comparaba con Narendra Modi, soñando con alcanzar su grandeza. Me aferré a esa idea como un náufrago a una tabla. La ilusión me embriagaba, me impulsaba a seguir en la lucha, a redoblar esfuerzos, a defender con uñas y dientes el proyecto transformador.

Sin embargo, la realidad, terca e implacable, comenzó a golpearme con la crueldad de una bofetada tras otra. Los insumos médicos, Segalmex, los contratos inexplicables, las propiedades fastuosas, los relojes de lujo que contrastaban con la austeridad predicada, los sobres amarillos, las investigaciones contra figuras prominentes del movimiento… El desconcierto se apoderó de mí. Las dudas, como termitas voraces, carcomían los cimientos de mi fe. "¿Qué está pasando?", me preguntaba una y otra vez, aferrándome aún a un resquicio de esperanza, al beneficio de la duda.

La revelación llegó, como un rayo en medio de la tormenta, con la noticia de las investigaciones de las autoridades estadounidenses sobre instituciones bancarias involucradas en lavado de dinero. Entre ellas, la institución dirigida por alguien cercano, muy cercano, al EQPMPDM. Alguien que al inicio del sexenio tenía las llaves del despacho, el oído del tlatoani. Y entonces, como en un destello, comprendí el verdadero significado del pañuelo blanco. No era la bandera de la victoria, sino el símbolo de la rendición. Un grito silencioso, un "me rindo" ante la magnitud del monstruo de la corrupción. Ni siquiera el hombre más grande de la historia de México pudo derrotarlo. La corrupción, ese vicio atroz que ha carcomido las entrañas de nuestra nación por siglos, se impuso una vez más.

Ahora, con el corazón roto y la melancolía de un sueño desvanecido, entiendo. El pañuelo blanco no ondeaba al viento como un estandarte de triunfo, sino como una señal de derrota. Una derrota dolorosa, que me obliga a reconocer mi error, mi ingenuidad, mi ceguera. Y me pregunto, con la tristeza de un tango otoñal, ¿qué nos queda? ¿Qué esperanza nos queda?

Fuente: El Heraldo de México