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29 de junio de 2025 a las 15:20
Bayern: ¿Héroes o Villanos?
Sumidos en las sombras de la historia, pocos recuerdan la época en que el gigante bávaro, el Bayern de Múnich, estuvo a punto de desvanecerse. Doce años de silencio forzado, borrados del mapa futbolístico alemán e internacional, una cicatriz imborrable en la memoria de un club destinado a la gloria. Hoy, dominador indiscutible de la Bundesliga y con la mira puesta en la gloria del Mundial de Clubes, el Bayern se yergue como un coloso, pero su pasado oscuro, marcado por la discriminación y la persecución, nos recuerda la fragilidad del éxito y la importancia de la resiliencia.
El ascenso meteórico del Bayern en 1936, impulsado por figuras legendarias como Smitsreiter, Goldbrunner y Moli, brilló con la intensidad de una estrella fugaz. La llegada del fascismo al poder truncó su prometedor camino, condenándolo a la oscuridad durante los largos años de la Segunda Guerra Mundial. El motivo, tan absurdo como cruel: sus orígenes judíos. Una mancha que el régimen no podía tolerar, una sentencia que los relegó al ostracismo y la discriminación.
Los aficionados, otrora orgullosos portadores de los colores rojo y blanco, se vieron obligados a esconder su pasión. Los jugadores, víctimas de la persecución, vieron cómo sus sueños se desmoronaban. El club, antaño un símbolo de unidad y alegría, se convirtió en un blanco de odio y desprecio. La disminución de afiliados y la caída en la asistencia a los partidos eran el reflejo de una herida profunda, la agonía de un gigante forzado a arrodillarse.
La pérdida de su sede, devastada por los bombardeos aliados, parecía el golpe final. La desaparición del Bayern se vislumbraba como un destino inevitable. Sin embargo, en medio de la desolación, la llama de la esperanza se mantuvo encendida gracias al coraje y la determinación de sus jugadores, liderados por un capitán ejemplar: Conny Heidkamp.
Heidkamp, junto a su esposa Magdalena, se convirtió en el guardián de la memoria del club. Con una valentía admirable, rescataron los trofeos y objetos de valor del Bayern, protegiéndolos de la destrucción en un humilde escondite cerca de Wolfratshausen. Un acto de fe en el futuro, un testimonio de amor por los colores que se negaban a dejar morir.
El regreso de Kurt Landauer del exilio en 1947 marcó el inicio de la reconstrucción. Elegido presidente, Landauer se embarcó en la titánica tarea de revivir al gigante dormido. Nueve años de sombras, de lucha incansable por recuperar el lugar que les correspondía. El Mundial de Suiza en 1954 fue el primer destello de luz en el largo camino de regreso. La victoria en la Copa DFB en 1957 confirmó que el Bayern estaba de vuelta, aunque el camino hacia la gloria aún sería largo y tortuoso.
La ausencia del Bayern entre los fundadores de la Bundesliga en 1963 fue un duro golpe, pero no los detuvo. Con la llegada de los años 70, el gigante bávaro despertó con una fuerza imparable, consolidándose como el club más laureado de Alemania. 33 títulos de liga, 20 Copas de Alemania, 6 Champions League y un sinfín de trofeos son la prueba irrefutable de su grandeza.
Hoy, a las puertas de una nueva final, el Bayern de Múnich es mucho más que un club de fútbol. Es un símbolo de perseverancia, un ejemplo de cómo la pasión y la unidad pueden superar la adversidad. Un gigante que resurgió de las cenizas, un recordatorio de que la historia, aunque a veces oscura, puede ser el motor de la gloria más brillante.
Fuente: El Heraldo de México