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28 de junio de 2025 a las 09:10

Romo: ¿Salvación o desastre?

La sombra de la incertidumbre se cierne sobre el gobierno mexicano. Las acusaciones de lavado de dinero contra un ex colaborador cercano al presidente López Obrador han desatado una tormenta política de proporciones insospechadas. La intervención de tres bancos, una medida aparentemente reactiva ante las revelaciones de la SEC estadounidense, lejos de aplacar la situación, ha avivado las llamas de la controversia. El gobierno, en un intento por controlar los daños, insiste en la estabilidad del sistema financiero, pero sus palabras suenan huecas ante la magnitud del escándalo. Es como intentar apagar un incendio forestal con un vaso de agua. La confianza, ese pilar fundamental de la economía, se tambalea.

La exigencia de pruebas por parte de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, se antoja un gesto desesperado en medio del caos. Mientras tanto, la figura de Alfonso Romo, otrora influyente empresario cercano al presidente, se desvanece en el horizonte político, convertido en un espectro de lo que fue. El comunicado conjunto de la CNBV y Hacienda, buscando transmitir calma, no hace más que evidenciar la torpeza con la que se está manejando la crisis. Asegurar que el sistema financiero opera con normalidad es como decir que un paciente en terapia intensiva simplemente está descansando. La realidad, palpable y dolorosa, es que el epicentro del problema no es financiero, sino político.

La relación bilateral con Estados Unidos, ese gigante al que México está inextricablemente unido, atraviesa su peor momento en décadas. Ni siquiera las presiones de Reagan en los años 80 generaron una tensión comparable a la actual. El discurso presidencial, aferrado a la retórica de la soberanía y la independencia, se estrella contra la crudeza de los hechos. Es cierto que México no es una piñata, pero tampoco es inmune a las consecuencias de sus actos. La autoalabanza y la exaltación nacionalista no son escudo suficiente ante las acusaciones de corrupción y vínculos con el crimen organizado.

El secretario de Hacienda, Edgar Amador, intenta tranquilizar a los mercados hablando de la estabilidad del tipo de cambio, pero sus palabras se pierden en el ruido ensordecedor del escándalo. El problema no es bancario, es la sombra del narcotráfico, del fentanilo, que se extiende sobre la figura del ex colaborador presidencial. La intervención de la Casa de Bolsa Vector, aunque justificada como una medida preventiva, no hace más que confirmar la gravedad de las acusaciones.

¿Qué futuro le espera a México en este laberinto sin salida? La incertidumbre se respira en el aire, la confianza se erosiona y el fantasma de la corrupción amenaza con devorar la credibilidad del gobierno. El minotauro, alevoso y demente, acecha en las sombras. El país necesita respuestas, no discursos vacíos. Necesita transparencia, no opacidad. Necesita justicia, no impunidad. El tiempo corre y la paciencia del pueblo se agota.

Fuente: El Heraldo de México