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28 de junio de 2025 a las 03:30
Mamá descubre verdad 2 años después
La entrega del cuerpo de Aldair Leos Lira a su madre, Susana, tras dos largos años de incertidumbre, marca un doloroso capítulo en la trágica historia de las desapariciones en México. La fecha, un cruel recordatorio: 25 de junio, el mismo día en que Aldair, con tan solo 25 años, salió de su casa en la colonia La Cañada y se desvaneció sin dejar rastro. Dos años de angustia, de búsqueda incansable, de aferrarse a la esperanza, convertidos ahora en la amarga certeza de una pérdida irreparable.
El descubrimiento del cementerio clandestino en Reynosa, en 2023, con 29 cuerpos sin identificar, encendió las alarmas de colectivos de búsqueda, autoridades y organismos de derechos humanos. Una fosa común, símbolo del horror que se vive en regiones azotadas por la violencia, se convirtió en el epicentro de la desesperación para familias como la de Susana Lira. La esperanza de encontrar a Aldair entre los restos se mezclaba con el temor a la confirmación de lo peor.
Sin embargo, lo que podría haber sido un proceso, aunque doloroso, relativamente rápido de identificación, se convirtió en una agonizante espera de dos años debido a una falla imperdonable. Un tatuaje, una marca distintiva en el brazo de Aldair, fue inexplicablemente omitido en el reporte forense inicial. Un detalle que podría haber acortado la incertidumbre, que podría haberle devuelto a Susana a su hijo mucho antes, se convirtió en la prueba irrefutable de la negligencia y la deficiencia en los protocolos forenses.
Imaginen la frustración de Susana, recorriendo hospitales, morgues, uniéndose a operativos de búsqueda en campo, participando en protestas, clamando por justicia y por respuestas, mientras el cuerpo de su hijo yacía en el SEMEFO, sin ser reconocido. Dos años robados, dos años de duelo postergado por un error que jamás debió ocurrir.
La confirmación, finalmente, llegó a través de una prueba de ADN hace apenas seis semanas. La coincidencia positiva trajo consigo un alivio agridulce, la certeza que tanto anhelaba Susana, pero también la indignación y la rabia ante la injusticia de la espera prolongada. Las fotografías posteriores confirmaron lo evidente: el tatuaje estaba ahí, siempre estuvo ahí, un grito silencioso ignorado por aquellos encargados de la identificación.
El funeral de Aldair, lejos de ser un cierre, se convirtió en un llamado a la justicia. Susana Lira, con la fuerza que le otorga el amor por su hijo y el dolor de su pérdida, exige que los responsables de esta negligencia sean investigados y rindan cuentas. Su voz se une a la de tantas madres que han sufrido la misma tragedia, la misma indiferencia, la misma ineficiencia del sistema.
El caso de Aldair Leos Lira no es un caso aislado. Es un reflejo de la crisis forense que atraviesa México, de la urgencia de reformar los procesos de identificación de víctimas, de la necesidad de dotar a las instituciones de los recursos y la capacitación necesarios para realizar su trabajo con la diligencia y el respeto que merecen las víctimas y sus familias. Es un llamado a la sociedad a no olvidar, a no normalizar la desaparición, a exigir justicia y a acompañar a quienes siguen buscando a sus seres queridos. La lucha de Susana Lira es la lucha de todos. Su voz, un eco que resuena en la conciencia colectiva, nos recuerda que la búsqueda no debe detenerse, que la verdad y la justicia son las únicas respuestas posibles ante la tragedia de la desaparición.
Fuente: El Heraldo de México