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27 de junio de 2025 a las 09:45

Uruapan: Terror y muerte

En Uruapan, la narrativa oficial se ha convertido en un eco ensordecedor de la violencia que la consume. El alcalde Carlos Manzo, antaño abanderado de la independencia y la mano dura, se encuentra hoy al frente de una ciudad sitiada por el miedo. Las promesas de orden se han desvanecido en el aire, reemplazadas por el estruendo de las balas y el clamor de las víctimas. Seis quejas ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos, por violencia estructural, uso excesivo de la fuerza, detenciones arbitrarias y agresiones a la prensa, pesan sobre su administración. ¿Es esta la mano dura que prometió? ¿O es la mano que ahoga el grito de auxilio de un pueblo desesperado?

Manzo, en lugar de tender puentes y construir soluciones, ha optado por levantar muros de confrontación. Acusa a los medios de mentir, señalando al narcotráfico como único responsable de la tragedia. Una postura cómoda, sin duda, pero que ignora la compleja red de factores que alimentan la violencia. ¿Dónde están las acciones concretas para contener la crisis? ¿Dónde está el diálogo con la sociedad, la búsqueda de soluciones integrales que vayan más allá de la simple retórica de la mano dura?

Quienes lo rodean susurran que el alcalde escucha poco, que disentir es sinónimo de exclusión. Un liderazgo sordo a las voces críticas, a las propuestas que no emanan de su círculo íntimo, difícilmente podrá guiar a Uruapan hacia la paz. La reciente masacre, ocurrida en plena fiesta patronal, dejó un saldo de 12 vidas segadas y expuso, una vez más, la ineficacia del gobierno municipal. Ante la tragedia, Manzo no ofreció respuestas, sino evasivas. Se lavó las manos, señalando a otros niveles de gobierno, refugiándose en la cómoda retórica de la culpa ajena.

Mientras tanto, el miedo se extiende como una sombra por las calles de Uruapan, uno de los municipios más violentos de Michoacán. Los ciudadanos no votaron por un showman que emula a líderes extranjeros con discursos simplistas y acciones cuestionables. Uruapan necesita un líder, no un imitador. Necesita un gobernante que construya, no que destruya. Un alcalde que dialogue, no que dispare.

La violencia no cede. Las cifras no mienten. Y las víctimas siguen clamando justicia. En Uruapan, la improvisación y la irresponsabilidad se han convertido en la norma. Se dispara, sí, pero con el permiso tácito de un alcalde que alienta el discurso del odio y la confrontación.

En contraste con el caos de Uruapan, en el Senado de la República se libra una contienda por el poder. La sucesión en la Mesa Directiva ha desatado una danza de nombres y alianzas. Laura Itzel Castillo, de Morena, se perfila como una de las favoritas, destacando por su mesura, un atributo valioso en un escenario político a menudo dominado por la estridencia.

Guadalupe Chavira, también de Morena, y cercana a las bases territoriales del partido, se suma a la lista de aspirantes. La petista Geovanna Bañuelos, Imelda Castro, Verónica Camino y Ana Lilia Rivera también han levantado la mano, configurando un escenario diverso y competitivo. La decisión final se tomará en la plenaria de Morena en agosto, un mes antes del inicio del nuevo periodo legislativo.

El 1º de septiembre se perfila como un día crucial en la política mexicana. Una nueva presidenta del Senado, una nueva Corte y el segundo año de gestión de Sheinbaum marcarán el inicio de una nueva etapa. Un escenario cargado de expectativas, incertidumbres y desafíos para el futuro del país.

Fuente: El Heraldo de México