
27 de junio de 2025 a las 15:20
Tragedia: Ídolo del fútbol mexicano fallece a los 41
El eco de sus guantes aún resuena en el Estadio Hidalgo. Un silencio expectante, roto por el rugido de la multitud, precedía cada uno de sus vuelos. Miguel Calero, el "Cóndor", no solo custodiaba la portería tuza, sino que se adueñaba del alma de una afición que lo adoptó como propio. Su historia, teñida de gloria y marcada por una tragedia prematura, sigue vibrando en el corazón del fútbol mexicano.
Llegó a Pachuca en el año 2000, no como un desconocido, sino como un campeón. A sus espaldas, la hazaña de romper una sequía de 22 años sin títulos para el Deportivo Cali y la consagración con Atlético Nacional. México representaba un nuevo desafío, una oportunidad para extender sus alas y conquistar otros cielos. Y vaya si lo hizo. Con esa gorra característica, casi un talismán, o con un paliacate que desafiaba el sol hidalguense, Calero se convirtió en sinónimo de seguridad, de liderazgo, de entrega absoluta.
No solo era un arquero excepcional, con reflejos felinos y una valentía que rayaba en la temeridad. Era un caudillo dentro y fuera de la cancha. Su vozarrón retumbaba en el vestidor, arengando a sus compañeros, contagiándolos de su pasión. Su presencia imponía respeto, inspiraba confianza. Con él bajo los tres palos, Pachuca se sentía invencible.
Los años dorados se sucedieron, plagados de títulos y momentos inolvidables. La Copa Sudamericana del 2006, alzada en Chile con el "Cóndor" como capitán, brilla con luz propia en la vitrina de los Tuzos. Cada atajada, cada partido, cada campeonato, contribuyó a forjar la leyenda de un portero que trascendió fronteras. Calero no solo pertenecía a Pachuca, era patrimonio del fútbol.
Su carisma desbordante, su entrega incondicional, lo convirtieron en un ídolo. La afición coreaba su nombre con fervor, reconociendo en él no solo a un deportista excepcional, sino a un ser humano admirable. Su sonrisa franca, su mirada penetrante, quedaron grabadas en la memoria colectiva.
Pero el destino, caprichoso e implacable, tenía otros planes. El 4 de diciembre de 2012, la noticia de su fallecimiento conmocionó al mundo del fútbol. Una trombosis cerebral, cruel e inesperada, apagó la vida del "Cóndor" a los 41 años, apenas un año después de su retiro. El dolor se apoderó de la afición, la tristeza embargó a sus compañeros, el fútbol mexicano lloró la pérdida de uno de sus grandes referentes.
El legado de Miguel Calero, sin embargo, permanece intacto. Su recuerdo sigue vivo en cada partido que se disputa en el Estadio Hidalgo, en cada vuelo de un portero que busca emular sus hazañas, en cada grito de aliento que resuena en las tribunas. El "Cóndor" ya no está físicamente, pero su espíritu, su pasión, su entrega, siguen inspirando a las nuevas generaciones de futbolistas. Su leyenda, escrita con letras doradas en la historia del fútbol mexicano, jamás se borrará. Porque Miguel Calero no solo fue un portero, fue un símbolo, un ídolo, una leyenda.
Fuente: El Heraldo de México