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27 de junio de 2025 a las 09:20
Persia: ¿Puerta a Eurasia?
La historia de Irán es una epopeya milenaria, un relato tejido con hilos de grandeza imperial, resistencia inquebrantable y una geografía desafiante que ha moldeado su destino. Desde las glorias del Imperio Persa, cuna de Ciro el Grande y Darío, cuyo dominio se extendía desde las orillas del Indo hasta las fértiles tierras del Egipto faraónico, hasta la compleja realidad geopolítica actual, Irán ha sido un actor central en el escenario mundial. Imaginen la magnificencia de Persépolis, testimonio pétreo de un pasado esplendoroso, y recuerden las innovaciones que legaron al mundo: el sistema postal, el refinamiento de las matemáticas, un legado que perdura a través de los siglos.
Tras el fulgor del Imperio Persa, llegaron las conquistas de Alejandro Magno, el influjo de los califatos islámicos y un largo periodo de luchas internas que fragmentaron y debilitaron la nación. La revolución islámica de 1979 marcó un punto de inflexión, un cambio sísmico que transformó a Irán de aliado occidental en república teocrática bajo el liderazgo del Ayatolá Jomeini. Desde entonces, el país navega entre la tradición y la modernidad, entre las sanciones internacionales y una férrea resistencia, orgulloso de su linaje y su rica cultura milenaria.
Pero la historia de Irán no se entiende sin comprender su peculiar geografía, una fortaleza natural que ha protegido sus fronteras y desafiado a imperios a lo largo de los siglos. Los imponentes montes Zagros al oeste y las montañas Elburz al norte, auténticas murallas naturales, se combinan con la inmensidad desértica del Dasht-e-Kavir, un mar de sal de 77.600 kilómetros cuadrados, para crear un territorio inexpugnable. Desde los romanos y los turcos hasta los mongoles, rusos y árabes, innumerables potencias han intentado someter a Irán, pero su geografía ha sido un escudo inexpugnable, permitiéndole mantener sus fronteras prácticamente intactas durante más de quinientos años.
Esta resiliencia geográfica se combina con una ubicación estratégica envidiable: Irán es la puerta de entrada entre Asia, Europa y África, un puente entre imperios y un nudo vital para las rutas comerciales. Sus costas, bañadas por las aguas del Mar Caspio, el Golfo Pérsico y el Golfo de Omán, le otorgan un papel preponderante en el comercio marítimo.
Y aquí llegamos al punto crucial, al epicentro de la tensión geopolítica actual: el estrecho de Ormuz. Irán controla una parte significativa de este paso estratégico, por donde transita cerca del 20% del petróleo y el gas mundial, conectando el Golfo Pérsico con el Mar Arábigo. Este control le confiere a Irán una influencia decisiva en la seguridad energética global, un factor que lo convierte en pieza clave en el tablero geopolítico del presente y del futuro.
En este contexto, la creciente alianza entre Irán y China se perfila como un nuevo eje de poder en Eurasia, un escenario que preocupa a Estados Unidos y sus aliados. No es casualidad que los primeros ataques con misiles israelíes contra Irán coincidieran con la inauguración de una nueva ruta ferroviaria que conecta China con el país persa. Esta ruta, fruto de un acuerdo estratégico multimillonario, permite a China transportar sus productos manufacturados por tierra, evitando las zonas de influencia estadounidense y el control de las sanciones. Irán, a su vez, se convierte en un centro de tránsito crucial, conectando el corredor norte-sur de Rusia, el Mar Caspio y la India, abriendo nuevas rutas hacia Irak, Siria, Turquía y el Mediterráneo, y consolidando su acceso a las cadenas de suministro chinas.
Esta nueva red logística representa una amenaza directa al dominio occidental en el comercio global, erosionando el monopolio de las rutas marítimas controladas por Estados Unidos y sus aliados, como el estrecho de Ormuz y el Canal de Suez. La situación recuerda al sabotaje del Nord Stream 2 en Europa: el objetivo no es solo el programa nuclear iraní, sino impedir que el país se consolide como epicentro de la nueva estructura logística euroasiática y fortalezca su influencia en la región. La guerra que se avecina no se limita a la cuestión nuclear; es una lucha por el control de las rutas comerciales y el poder geopolítico en un mundo en plena transformación.
Fuente: El Heraldo de México