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27 de junio de 2025 a las 09:25

Indicadores de bienestar en la administración pública

La seguridad ciudadana, un concepto que a menudo asociamos con la presencia policial y las medidas punitivas, está experimentando una profunda transformación en su enfoque. Ya no se trata únicamente de reaccionar ante el delito, sino de entender sus raíces más profundas y abordarlas desde una perspectiva holística. La transversalidad en las políticas públicas se erige como la clave para tejer una red de seguridad más efectiva y sostenible, donde la calidad de vida de los ciudadanos se convierte en el eje central.

Imaginemos una ciudad donde la abundancia de árboles no solo embellece el paisaje, sino que también contribuye a la tranquilidad de sus habitantes. Estudios revelan una correlación directa entre la densidad de la cubierta arbórea y la disminución de la criminalidad. No se trata de magia, sino de la influencia positiva que los espacios verdes ejercen sobre la salud mental, el sentido de pertenencia y la cohesión comunitaria. Un parque bien cuidado se convierte en un punto de encuentro, un espacio de recreación que fortalece los lazos sociales y disuade la actividad delictiva. Ciudades como Baltimore, Portland y Philadelphia, pioneras en la integración de la naturaleza en el tejido urbano, han sido testigos de esta transformación, experimentando reducciones significativas en las tasas de violencia.

Pero la transversalidad va más allá de la simple inclusión de áreas verdes. El ruido, un elemento omnipresente en la vida urbana, también juega un papel crucial en la seguridad ciudadana. El incremento de decibelios, producto del tráfico, las obras o la actividad industrial, se traduce en un aumento del estrés y la agresividad. Vivir cerca de autopistas o aeropuertos no solo afecta la salud auditiva, sino que también impacta negativamente en la convivencia, incrementando la probabilidad de episodios violentos. De ahí la importancia de implementar políticas que mitiguen la contaminación acústica, protegiendo el bienestar de la población y fomentando un ambiente más pacífico.

El acceso al agua, un derecho fundamental, también se entrelaza con la seguridad ciudadana. La escasez de este recurso vital, sumada al hacinamiento en zonas densamente pobladas, genera tensiones sociales que pueden desembocar en conflictos. La falta de espacios dignos y la precariedad en los servicios básicos erosionan la cohesión social y crean un caldo de cultivo para la inseguridad. Por ello, garantizar el acceso equitativo al agua y promover un desarrollo urbano sostenible son pilares fundamentales para construir una sociedad más justa y segura.

El reto para la administración pública reside en articular estas diferentes dimensiones, creando un sistema de indicadores que refleje la complejidad de la realidad social. No basta con medir las tasas de criminalidad, es necesario comprender las variables ambientales, sanitarias, educativas y culturales que influyen en la seguridad ciudadana. Esta visión integral permite anticipar los focos de vulnerabilidad y diseñar intervenciones preventivas que aborden las causas profundas del problema. Plantar árboles estratégicamente, reducir la contaminación acústica, mejorar el acceso al agua y crear espacios públicos de calidad son ejemplos de acciones que, más allá de combatir el delito de forma reactiva, construyen las bases para una seguridad sostenible, arraigada en la dignidad y el bienestar de las personas.

El paradigma del "Crime Prevention Through Environmental Design" (CPTED) nos enseña que la planificación urbana y ambiental juega un papel determinante en la prevención del delito. Elementos como la iluminación, la visibilidad, el mantenimiento de los espacios públicos y la demarcación territorial pueden reducir significativamente la incidencia de actos delictivos, sin necesidad de recurrir a medidas represivas. La clave está en crear entornos seguros y acogedores que promuevan la convivencia pacífica y el sentido de comunidad.

En definitiva, la seguridad ciudadana no se limita a la ausencia de delito, sino que abarca un espectro mucho más amplio que incluye la salud, la educación, la movilidad, la ecología y la cultura. Un programa público efectivo debe ir más allá de la simple reducción de las cifras de criminalidad, aspirando a construir un tejido social sólido, basado en la equidad, la justicia y el respeto por los derechos humanos. La seguridad sostenible se construye desde la vida digna, no desde el control reactivo. Es un camino que requiere la participación activa de todos los actores sociales, trabajando en conjunto para crear un futuro más seguro y próspero para todos.

Fuente: El Heraldo de México