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27 de junio de 2025 a las 06:00

El secreto de los chilaquiles perfectos para un día lluvioso

Sumérgete en el reconfortante mundo de los chilaquiles, un plato que ha conquistado paladares mexicanos por generaciones. Mucho más allá de un simple desayuno, los chilaquiles representan la versatilidad culinaria en su máxima expresión, una danza de sabores y texturas que se adapta a cualquier momento del día. Aunque los clásicos chilaquiles verdes y rojos, coronados con la cremosa trilogía de crema, cebolla y queso, y escoltados por pollo o huevo, reinan en la mayoría de las mesas, existe una tercera opción que se alza como la joya escondida del universo chilaquilero: los chilaquiles de mole.

Imaginen despertar en una mañana lluviosa, el aroma a tierra mojada flotando en el aire, y sentarse a disfrutar de un plato humeante de chilaquiles bañados en la compleja y profunda salsa de mole. Una experiencia que despierta los sentidos y reconforta el alma. El mole, con su rica herencia prehispánica y colonial, se funde con la crujiente tortilla de maíz en una sinfonía de sabores que evoca la tradición y la autenticidad de la cocina mexicana.

El misterio envuelve el origen de los chilaquiles. ¿Fueron creación de los antiguos pueblos prehispánicos o surgieron en la magia de alguna cocina colonial? La incógnita persiste, pero lo que es innegable es la fusión perfecta de ingredientes de ambos mundos: la ancestral tortilla de maíz, transformada en crujiente totopos, se encuentra con el picante chile americano y los aportes europeos del queso, la cebolla, el pollo y el huevo. Una mezcla que ha trascendido el tiempo y se ha convertido en un ícono de la gastronomía mexicana.

A lo largo de los años, la receta original de los chilaquiles ha florecido en una infinidad de variantes, cada una con su propia personalidad y encanto. Desde la elección de los chiles hasta los acompañamientos y aderezos, las posibilidades son infinitas. Sin embargo, los chilaquiles verdes, con su vibrante salsa de tomates verdes y chile de árbol, y los rojos, con su intensidad a base de jitomates y chiles secos, se han coronado como los reyes indiscutibles.

Pero no olvidemos a los chilaquiles de mole, una oda a la riqueza culinaria de México. Estos chilaquiles no solo combinan dos pilares de la gastronomía mexicana, la tortilla y el mole, sino que también abren un abanico de posibilidades gracias a la diversidad de moles que existen en el país. Con más de 50 variedades, desde el imponente mole negro hasta el fresco mole verde y el vibrante mole rojo, cada tipo de mole ofrece una experiencia única e irrepetible.

¿Se imaginan chilaquiles bañados en un mole negro oaxaqueño, con sus notas de chocolate y especias? ¿O tal vez con un mole verde poblano, con su frescura herbal y picante? Las opciones son tan vastas como la imaginación del cocinero. Y para complementar esta fiesta de sabores, no pueden faltar los clásicos acompañamientos: un trozo de pan crujiente para untar en la salsa, un vaso de jugo refrescante y una humeante taza de café, preferiblemente de olla, para sellar la experiencia con broche de oro.

¿Te animas a preparar chilaquiles de mole en casa? Es más fácil de lo que piensas. Existen innumerables recetas disponibles en línea y en libros de cocina, cada una con su toque personal. Anímate a experimentar, a descubrir tu propia versión de este platillo icónico y a compartir la magia de los chilaquiles con tus seres queridos. No te arrepentirás.

Fuente: El Heraldo de México