
27 de junio de 2025 a las 09:30
El poder del miedo: Salem y nosotros
La sombra de Salem se alarga sobre nuestros tiempos. No hablamos de hogueras crepitantes ni de mujeres señaladas por el dedo acusador de la superstición, sino de algo más sutil, más insidioso: el miedo como herramienta de control, la sospecha como veredicto. En 1692, un grupo de jóvenes bailando en el bosque desató una ola de histeria colectiva que culminó en juicios sumarios y ejecuciones. Hoy, a más de tres siglos de distancia, la resonancia de aquellos acontecimientos nos estremece con una inquietante familiaridad. ¿Acaso no vemos reflejado el mismo mecanismo en las guerras que asolan el planeta, en la polarización política que divide a las sociedades, en la cultura de la cancelación que impera en las redes sociales?
Arthur Miller, con su magistral Las brujas de Salem, supo capturar la esencia atemporal de esta dinámica perversa. No solo retrató la locura de un pueblo dominado por el fanatismo religioso, sino que desentrañó las entrañas del miedo como instrumento de poder. Y ahora, el montaje del CUT de la UNAM nos invita a revisitar esta obra maestra con una mirada fresca, a confrontarnos con sus interrogantes en el espejo de nuestro presente convulso.
La directora, Ángeles Castro Gurría, lo define como un "espejo atemporal". Y es que el miedo, como un virus, muta y se adapta a cada época. En Salem, se vestía de puritanismo y demonología. En tiempos de Miller, se camuflaba tras la retórica anticomunista del macartismo. Hoy, se disfraza de nacionalismo exacerbado, de discursos de odio, de algoritmos que nos encierran en burbujas de información sesgada. El enemigo cambia de rostro, pero la estrategia permanece: sembrar la desconfianza, señalar al diferente, silenciar las voces disidentes.
La puesta en escena del CUT, sin embargo, va más allá de la simple representación histórica. Se adentra en la complejidad de las relaciones humanas, explorando las motivaciones de cada personaje, desdibujando la línea entre víctimas y victimarios. Todos, en algún momento, ceden a la presión del grupo, se convierten en cómplices, por acción u omisión, de la espiral de violencia. "Queríamos alejarnos de la idea de que hay personajes buenos y malos", afirma la directora. Y es que el verdadero horror reside precisamente en esa ambigüedad, en la constatación de que la maldad no es un atributo inherente a unos pocos, sino una posibilidad latente en cada uno de nosotros.
La investigación realizada por el equipo artístico revela datos escalofriantes. ¿Sabían que la última ejecución por brujería en el mundo ocurrió en 2011? Este dato nos golpea con la crudeza de una realidad que creíamos superada. Salem no es un lugar ni una época, es una metáfora de la fragilidad humana, de la facilidad con la que podemos caer presas del fanatismo y la intolerancia.
El montaje del CUT nos interpela con preguntas incómodas: ¿Cómo se configura el miedo hoy? ¿Quién dicta lo que está bien o mal? ¿A quién escuchamos y a quién silenciamos? No hay respuestas fáciles, pero la obra nos brinda un espacio para la reflexión, para el diálogo, para cuestionar las narrativas impuestas y construir un futuro más justo y menos temeroso. Asistir a esta puesta en escena no es solo una experiencia teatral, es una invitación a exorcizar nuestros propios demonios, a reconocer la sombra de Salem en nuestro propio reflejo y a luchar contra ella. Porque la historia, como sabemos, tiene una inclinación perturbadora a repetirse.
Fuente: El Heraldo de México