
27 de junio de 2025 a las 09:15
El olivo de Damocles
La creciente militarización de las funciones públicas, desde la construcción de obras hasta la administración de empresas, se asemeja a la espada de Damocles. Un símbolo imponente de poder, sí, pero también un recordatorio constante del peligro inherente y las responsabilidades que conlleva. Este proceso, iniciado y profundizado por el anterior y el actual régimen, se ha convertido en un arma de doble filo, con un difícil retorno al estado previo. Es crucial que el oficialismo, que pregona la militarización como la solución universal, comprenda la necesidad de construir la seguridad pública desde una base civil, comenzando por el ámbito municipal.
Mientras se destina un esfuerzo desmedido a fortalecer la Guardia Nacional, una entidad ya de carácter militar, nos preguntamos: ¿qué sucede con las policías municipales y estatales? Ellas son las primeras en responder, las que mantienen una proximidad vital con la población, las que permanecen en el terreno cuando las demás corporaciones se retiran. ¿Acaso el gobierno cree que la solución radica en enviar contingentes armados a las regiones del país para "apaciguar" los ánimos, como una reminiscencia del Porfiriato? Este enfoque es un error de cálculo profundo.
Resulta desconcertante el énfasis en aumentar el personal y el equipo de una fuerza militar, mientras se debilitan las policías municipales, que son las que primero enfrentan y atienden las situaciones que perturban la paz. Esta estrategia invierte la lógica de un sistema de seguridad eficaz. Los que conviven día a día con la ciudadanía, los que conocen de primera mano los problemas y buscan soluciones, son los que menos incentivos reciben para desempeñar su labor.
La seguridad pública, como cualquier institución sólida, se construye desde sus cimientos. Esos cimientos son precisamente las corporaciones municipales y estatales, quienes interactúan directamente con la ciudadanía y merecen un mayor apoyo. Son la base fundamental de la seguridad nacional. Esta cuestión trasciende las diferencias políticas, los partidos y las ideologías. Sin seguridad, no hay convivencia social pacífica, no hay desarrollo. Es un asunto de vital importancia que exige dejar de lado las filias y fobias para abordarlo con la seriedad que merece.
El régimen actual tiende a culpar al pasado, a atribuirle todos los males presentes, especialmente aquellos que no le convienen electoralmente. Sin embargo, en el tema de la seguridad, no se puede vivir eternamente buscando culpables sin asumir las responsabilidades del presente. El gobierno debe hacerse cargo de la seguridad hoy, no mañana. La gente anhela paz y seguridad para vivir sus vidas con tranquilidad. No se trata de renunciar a la justicia, sino de asumir las responsabilidades inherentes a los cargos públicos. La búsqueda incesante de culpables en el pasado no exime al gobierno de su obligación de proteger a la ciudadanía en el presente. Es imperativo que el gobierno actual deje de evadir su responsabilidad y se concentre en construir un sistema de seguridad efectivo y duradero, empezando por fortalecer a las policías locales, que son la primera línea de defensa de la ciudadanía.
Fuente: El Heraldo de México