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27 de junio de 2025 a las 09:25

Domando al Ego: Guía práctica

En un mundo obsesionado con la imagen, con la proyección de una vida perfecta en redes sociales, la reflexión del compañero Jorge, tan acertadamente recogida por el Doctor Patán, nos golpea como un jarro de agua fría. ¿Acaso no nos hemos percatado de la creciente ola de narcisismo que nos envuelve? Más allá de las selfies y los filtros, se ha infiltrado en los estratos más altos del poder, transformando la política en un escenario para la autoglorificación.

El análisis del compañero Jorge, una mente brillante según Patán, desvela una preocupante realidad: líderes que priorizan la satisfacción de sus egos por encima del bienestar colectivo. El servicio público se convierte en una plataforma para el autobombo, una vitrina para exhibir logros inflados y una justificación para decisiones arbitrarias. No se trata de buenos o malos gobiernos, sino de la ausencia total de una genuina vocación de servicio. El poder se convierte en un fin en sí mismo, un medio para alimentar la vanidad insaciable de quienes lo ostentan.

Las consecuencias, como bien señala Jorge, son devastadoras. Guerras innecesarias, impulsadas por delirios de grandeza y ansias de trascendencia histórica. Economías prósperas llevadas al colapso por experimentos improvisados, justificados con la retórica de la reinvención y el progreso. Sistemas de salud pública desmantelados en nombre de una supuesta eficiencia, mientras la población sufre las consecuencias. Y la corrupción, omnipresente, amparada en la idea de que los "grandes hombres" merecen privilegios y se rigen por reglas distintas a las del común de los mortales.

El compañero Jorge, con la lucidez que lo caracteriza, nos presenta un panorama desolador. Un mundo donde la meritocracia es reemplazada por el servilismo, donde los cargos importantes se otorgan a aduladores y la competencia se mide en grados de obediencia ciega. Los líderes narcisistas se rodean de ineptos, convencidos de su propia infalibilidad, creyendo que su genio les permite identificar el talento con una sola mirada.

La lectura de la columna de Jorge, confiesa Patán, le provocó una profunda inquietud. La magnitud del problema, la omnipresencia del narcisismo en las esferas del poder, genera una sensación de impotencia y desasosiego. Sin embargo, encuentra un extraño consuelo al constatar que México, al menos según la perspectiva de Jorge, parece estar a salvo de esta plaga. ¿Será cierto? ¿O acaso el narcisismo se manifiesta de formas más sutiles, más difíciles de detectar en nuestro contexto? ¿Nos hemos vuelto tan hábiles para disfrazarlo que incluso los analistas más perspicaces no logran percibirlo?

La pregunta queda flotando en el aire, como una invitación a la reflexión. La ausencia de nombres concretos en el análisis de Jorge, la omisión de ejemplos específicos en el contexto mexicano, nos obliga a interrogar nuestra propia realidad. ¿Estamos realmente libres del flagelo del narcisismo en la política? ¿O simplemente hemos aprendido a normalizarlo, a integrarlo en nuestro discurso hasta el punto de hacerlo invisible?

El texto de Patán, más allá de la aparente tranquilidad que expresa en su conclusión, nos deja con una sensación de inquietante incertidumbre. La ausencia de ejemplos en el caso mexicano no es una garantía de inmunidad, sino un llamado a la autocrítica, a la vigilancia constante. El narcisismo, como una enfermedad silenciosa, puede estar corroyendo las bases de nuestra vida política sin que nos demos cuenta. La tarea, entonces, es mantenernos alerta, desarrollar anticuerpos críticos para detectarlo y combatirlo en todas sus manifestaciones.

Fuente: El Heraldo de México