
27 de junio de 2025 a las 17:05
Caos en Culiacán: Motín deja un muerto
La frágil paz del Centro Penitenciario de Aguaruto se quebró nuevamente, exponiendo una realidad que las autoridades parecen incapaces de contener: el acceso a armamento y la persistencia de la violencia dentro de sus muros. El reciente tiroteo, ocurrido el jueves 26 de junio, no solo dejó un saldo trágico de un muerto y tres heridos, sino que destapó una preocupante caja de Pandora al descubrirse un escondite de armas, cargadores y equipos de comunicación. Este hallazgo, lejos de ser un caso aislado, confirma la vulnerabilidad del sistema penitenciario y la imperante necesidad de una revisión a fondo de los protocolos de seguridad.
El eco de los disparos resonó más allá de los muros del penal, sembrando la inquietud en la sociedad sinaloense, que se pregunta cómo es posible que, a pesar de los constantes operativos y las promesas de reforzar la seguridad, los internos continúen teniendo acceso a este tipo de armamento. ¿Se trata de una falla en los controles de ingreso? ¿Existe complicidad por parte del personal de seguridad? ¿O es acaso la muestra de una red de corrupción que se extiende más allá de los barrotes? Estas son preguntas que exigen respuestas claras y contundentes por parte de las autoridades.
La escena del enfrentamiento, con los módulos 11, 15 y 21 como telón de fondo, evoca la imagen de un campo de batalla dentro de un espacio que, en teoría, debería estar dedicado a la reinserción social. El descubrimiento del arsenal, con sus inquietantes detalles – no solo armas de fuego, sino también cargadores abastecidos, listos para ser utilizados, y equipos de comunicación que facilitan la coordinación de acciones ilícitas – pinta un panorama sombrío y nos obliga a reflexionar sobre la verdadera función que está cumpliendo el Centro Penitenciario de Aguaruto. ¿Es un espacio para la rehabilitación o un caldo de cultivo para la violencia?
Las investigaciones, tanto de la Fiscalía General de la República como de la Fiscalía General del Estado de Sinaloa, se presentan como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. Sin embargo, no basta con recabar evidencias y abrir carpetas de investigación. Es necesario ir más allá, desmantelar las redes de poder que operan dentro del penal y sancionar con todo el peso de la ley a los responsables, sean internos o funcionarios.
El incidente de mayo, con el hallazgo del túnel en construcción, añade otra capa de complejidad a este preocupante escenario. Si bien las autoridades aseguraron que el túnel no tenía salida, su mera existencia demuestra la audacia y la determinación de los grupos criminales que operan dentro del penal. La pregunta es, ¿cuántos otros túneles, cuántos otros escondites, cuántos otros planes permanecen ocultos, esperando el momento oportuno para ser ejecutados?
La situación en el Centro Penitenciario de Aguaruto exige una acción inmediata y contundente. No se trata solo de contener la violencia, sino de transformar el sistema penitenciario desde sus cimientos. Se necesita una revisión integral de los protocolos de seguridad, una depuración del personal, una inversión en programas de reinserción social y, sobre todo, una firme voluntad política para enfrentar este complejo problema. La sociedad sinaloense merece vivir en paz, y eso incluye la paz dentro de sus cárceles.
Fuente: El Heraldo de México