
Inicio > Noticias > Derechos Humanos
26 de junio de 2025 a las 19:30
Niño de 11 años olvidado por sus padres obtiene acta de nacimiento solo.
La historia de Salomón, un niño de 11 años que, con una valentía que conmueve hasta lo más profundo, decidió tomar las riendas de su propio destino y acudir solo al Registro Civil de Boca del Río, Veracruz, para obtener su acta de nacimiento, nos recuerda la importancia fundamental del derecho a la identidad. Imaginen la escena: un niño, apenas adentrándose en la adolescencia, enfrentándose a un sistema burocrático, con la firme determinación de conseguir lo que para muchos es una simple formalidad, pero que para él representa la llave a un futuro mejor, la posibilidad de ir a la escuela, de aprender, de crecer.
Este pequeño gigante, nacido en Boca del Río, vivió durante más de una década sin el reconocimiento legal de su existencia, una situación lamentablemente común en muchas partes del mundo, pero que no por ello deja de ser indignante. Sus padres, por razones que aún no se esclarecen del todo y que Salomón resume con la palabra "olvidaron", no le otorgaron ese derecho fundamental, ese primer paso hacia la construcción de su identidad como individuo. Un olvido que pesa toneladas, que lo privó de acceso a la educación, a la salud, a una vida plena.
La partera que atestiguó su nacimiento, ese momento crucial que marca el inicio de la vida, falleció hace años, añadiendo otra capa de complejidad al caso de Salomón. Esta ausencia obligó a los funcionarios del Registro Civil a buscar a los padres, a confrontarlos con su omisión, con la deuda que tenían con su hijo. La intervención de Martín García Páez, oficial del Registro Civil, fue crucial en este proceso. Su sensibilidad y compromiso con la justicia permitieron que Salomón finalmente obtuviera su acta de nacimiento, ese documento que simboliza su existencia ante la ley, que lo convierte en ciudadano, en sujeto de derechos. "Su intención de él era estudiar", declaró García Páez a Tv Azteca, una frase que resume la pureza del deseo de Salomón y la importancia de la labor de quienes trabajan para garantizar el acceso a los derechos fundamentales.
Las redes sociales se inundaron de comentarios, la mayoría expresando indignación ante la negligencia de los padres. "¿Eso debería de ser cárcel para los padres irresponsables?", se preguntaban algunos, mientras que otros clamaban por campañas de registro para niños vulnerables, para evitar que historias como la de Salomón se repitan. La indignación es comprensible, la omisión de los padres es una herida profunda, una violación a los derechos de la infancia que no puede quedar impune.
Pero más allá de la indignación, la historia de Salomón también nos invita a la reflexión. ¿Qué falla en nuestro sistema para que un niño tenga que recorrer este camino solo? ¿Cómo podemos fortalecer las redes de apoyo para que ningún niño se vea en la necesidad de luchar por lo que le corresponde por derecho? La respuesta es compleja y requiere un esfuerzo conjunto de la sociedad, del Estado, de las familias.
La alegría de Salomón al recibir su acta de nacimiento es contagiosa, su sonrisa ilumina el camino hacia un futuro lleno de posibilidades. "Feliz, porque voy a ir a la escuela", declaró el pequeño, una frase que resume la esperanza que nace de la conquista de un derecho, la esperanza de un futuro mejor, un futuro en el que la educación sea la herramienta para construir sus sueños. La historia de Salomón es un llamado a la acción, un recordatorio de que el derecho a la identidad es el cimiento sobre el que se construyen todos los demás derechos, y que la lucha por garantizarlo es una tarea de todos.
Fuente: El Heraldo de México