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26 de junio de 2025 a las 07:30

Laguna agoniza: ¡Actúa ahora!

El desierto avanza, implacable. No es una imagen de película postapocalíptica, sino una realidad que se extiende por el norte de México, agrietando la tierra, robándole la vida y amenazando el sustento de millones. La Comarca Lagunera, ese crisol de culturas donde Coahuila y Durango se dan la mano, se ha convertido en el símbolo más doloroso de esta tragedia silenciosa, el epicentro de la desertificación en el país. Los expertos de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y del INIFAP no andan con rodeos: la degradación del suelo en esta región es la más grave de México.

Y el problema, como una mancha de aceite, se extiende a lo largo y ancho del territorio nacional. Imaginen un monstruo invisible devorando casi el 60% de nuestra tierra fértil, transformándola en páramo estéril. Si no actuamos con decisión, advierten la Universidad Autónoma Chapingo y la CONAFOR, ese monstruo insaciable habrá consumido el 62% para el año 2050. ¿Qué futuro nos espera si dejamos que la desertificación continúe su avance implacable?

El reloj de arena corre a una velocidad alarmante. Desde el inicio del milenio, los periodos de sequía se han intensificado un 29%. En apenas quince años, el panorama será aún más desolador: menos lluvia, más calor, un aumento de temperatura que podría alcanzar los 2.6 grados centígrados en algunas zonas. El Dr. José Cueto Wong, investigador del INIFAP, nos alerta sobre la aceleración de este fenómeno, un grito de auxilio ante la inminente catástrofe.

Las causas, un cóctel letal de prácticas insostenibles y cambio climático: la agricultura intensiva, la ganadería extensiva, la sobreexplotación de los acuíferos, factores que se entrelazan y agravan la situación. Las consecuencias, devastadoras: una pérdida anual del 3.8% de suelo fértil, un golpe directo a la agricultura, a la seguridad alimentaria y a las fuentes de agua, los pilares que sostienen la vida.

En las últimas dos décadas, siete de cada diez años han sido marcados por la sequía, un azote que ha afectado al 80% de la población. Entre 2008 y 2011, el impacto fue aún mayor, alcanzando a un 90% de los mexicanos. En regiones como Tamaulipas y el noreste del país, la salinización de los suelos en distritos de riego, provocada por el uso de aguas subterráneas contaminadas y la sobreexplotación de los mantos acuíferos, agrava el problema, condenando a la infertilidad a tierras que antes eran productivas.

La Comarca Lagunera es un espejo de la crisis hídrica que se repite en otras zonas del país. Las presas Lázaro Cárdenas y Francisco Zarco, agonizantes, se encuentran a un 17% y 44% de su capacidad respectivamente. El riego agrícola, vital para la economía regional, se ha reducido a la mitad en comparación con el año pasado. Un panorama desolador que exige soluciones urgentes.

A pesar de la gravedad de la situación, existen destellos de esperanza. Investigadores trabajan en proyectos innovadores con cultivos adaptados a las zonas áridas, como nopales, orégano, lechuguilla y chile piquín. Sin embargo, estas iniciativas, aunque prometedoras, son pequeñas y necesitan mayor inversión y apoyo institucional para alcanzar su verdadero potencial.

La clave, según el Dr. Cueto Wong, está en la gente, en quienes habitan estas regiones y resisten día a día con lo que tienen. Necesitamos políticas públicas reales, no simples visitas de campaña, acciones concretas que transformen la realidad y no se queden en promesas vacías.

La academia, los centros de investigación y los propios productores coinciden en la urgencia de actuar. Si no ponemos en marcha medidas efectivas, millones de hectáreas se perderán para siempre. Lo que hoy parece un problema del campo se convertirá mañana en una crisis nacional. El futuro del norte se está secando, pero aún estamos a tiempo de rehidratarlo, de devolverle la vida a la tierra y la esperanza a su gente. El tiempo apremia.

Fuente: El Heraldo de México