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26 de junio de 2025 a las 09:30
Domina el poder digital con valores
La revolución digital no se limita a la cantidad de datos que consumimos, sino a cómo estos moldean nuestra percepción del mundo. Ya no se trata solo de acceso a la información, sino de la forma en que la procesamos, la compartimos y, crucialmente, cómo nos define. El estudio de Banamex, "La evolución cultural en México", nos ofrece una fascinante radiografía de este cambio, revelando cómo la "internetización" ha transformado nuestros valores en tan solo dos décadas. Imaginen, en 2003, la mayoría de los mexicanos ni siquiera había tocado internet. Hoy, es el epicentro de nuestras vidas, una plaza pública virtual donde se debaten ideas, se construyen identidades y se forjan los líderes del mañana.
Este cambio no es meramente tecnológico, es profundamente cultural. La Generación Z, inmersa en el mundo digital desde la cuna, ha reescrito las reglas del juego. Para ellos, la libertad y la igualdad no son conceptos abstractos, sino demandas tangibles en un mundo que perciben como injusto. Han crecido viendo cómo las promesas del neoliberalismo se desvanecen, cómo el esfuerzo individual no siempre se traduce en éxito, y cómo las viejas estructuras de poder se tambalean ante la fuerza de la conectividad. Su escepticismo no es apatía, sino una crítica aguda al status quo, un anhelo por un futuro más equitativo y auténtico.
La hiperconexión ha democratizado el acceso al conocimiento, pero también ha fragmentado el discurso público. Donde antes existía un espectro ideológico relativamente definido, ahora nos encontramos con un caleidoscopio de micro-narrativas, hashtags que se convierten en banderas, y memes que condensan complejas ideologías. La brecha generacional se profundiza, no solo en el acceso a la tecnología, sino en la forma en que se interpreta y se utiliza para construir significado. Los boomers, aferrados a la idea de la libertad individual, contrastan con la generación Z, que prioriza la igualdad y la justicia social. Este choque generacional no es un simple desacuerdo, es un reflejo de dos mundos que coexisten, pero que hablan idiomas distintos.
La búsqueda de seguridad, un valor que se impone con fuerza en la encuesta, no es un síntoma de conservadurismo, sino una respuesta lógica a la realidad que nos rodea. En un país marcado por la violencia y la incertidumbre, la seguridad se convierte en una necesidad básica, un anhelo que trasciende las ideologías. Pero la seguridad que busca la generación Z no es la misma que anhelaban sus padres. Para ellos, la seguridad implica no solo protección física, sino también estabilidad económica, acceso a la educación y la salud, y la garantía de un futuro viable.
Las redes sociales, lejos de ser un mero entretenimiento, se han convertido en el ágora del siglo XXI. Son espacios de debate, de protesta, de creación y de reinvención. Los algoritmos, aunque invisibles, ejercen una poderosa influencia en nuestras percepciones, moldeando nuestras preferencias y amplificando ciertas voces mientras silencian otras. En este nuevo ecosistema digital, la verdad se vuelve escurridiza, y la manipulación se convierte en un riesgo latente. Pero también es un espacio donde surgen nuevas formas de organización, donde las minorías encuentran su voz, y donde se gestan los movimientos sociales que transformarán el futuro.
La generación Z no está despolitizada, está redefiniendo la política. No se conforma con las viejas etiquetas de izquierda y derecha, busca nuevas formas de participación, más allá de los partidos tradicionales. Su activismo se manifiesta en las redes, en las calles, y en la defensa de causas que les apasionan, desde el cambio climático hasta la igualdad de género. No buscan respuestas en el pasado, sino que construyen su propio futuro, un futuro que se escribe en tiempo real, entre likes, retweets y hashtags. El desafío para las generaciones anteriores es comprender este nuevo lenguaje, escuchar sus demandas y construir puentes para un diálogo que nos permita navegar juntos las complejidades del presente y construir un futuro más justo y sostenible para todos.
Fuente: El Heraldo de México