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26 de junio de 2025 a las 09:25

Cortometrajes: Doble Visión

El cine, en su vasta extensión, nos ofrece un caleidoscopio de formatos, y es el cortometraje el que a menudo se erige como un diamante pulido, condensando en pocos minutos la esencia misma de una visión del mundo. Lejos de ser una limitante, su brevedad se convierte en un desafío, una invitación a la síntesis visual, a la precisión narrativa. En manos hábiles, un cortometraje puede resonar con la misma profundidad que una obra extensa, explorando la complejidad de la condición humana con una intensidad conmovedora. Tal es el caso de las obras de Emilio Aguilar Pradal, "Relato sobre un dolor cotidiano" y "Son para tres", dos piezas cinematográficas que, desde la estética de lo cotidiano, nos confrontan con preguntas incómodas sobre los cimientos mismos de nuestra sociedad.

"Relato sobre un dolor cotidiano", basada en el desgarrador texto "Yo maté a mi hija" de Cadu de Castro, nos sumerge en el laberinto mental de personajes taciturnos, cuyos pensamientos se entrelazan en el escenario impersonal de una estación de metro. Este espacio, más que un simple telón de fondo, se transforma en una metáfora del descenso a los rincones más oscuros del ser humano, un eco del mito clásico del laberinto, donde la confrontación con la propia sombra es inevitable. Las escaleras, en su perpetuo movimiento ascendente y descendente, dibujan una cruz inclinada en el espacio, un símbolo cargado de significado. ¿Quién lleva el peso de esa cruz? ¿Quién carga con la responsabilidad de la violencia que permea nuestra sociedad?

La ausencia de diálogos convencionales, reemplazada por una voz en off que nos guía por los sinuosos caminos del pensamiento patriarcal, amplifica la sensación de introspección. La película no se limita a denunciar la violencia de género, sino que va más allá, cuestionando la cultura que la perpetúa, la transmisión de ideas atávicas que alimentan un ciclo de dolor silencioso. Es la serpiente que se muerde la cola: la inacción, justificada por argumentos machistas, nos convierte en cómplices, condenándonos a que la violencia, tarde o temprano, invada nuestro propio espacio íntimo. Matamos con el silencio, con la indiferencia, con la normalización de la agresión.

"Relato sobre un dolor cotidiano", con sus actuaciones conmovedoras y su atmósfera opresiva, nos obliga a reflexionar sobre las masculinidades, los roles de género, la permisividad ante la violencia contra las mujeres. Nos recuerda, con crudeza, que el dolor ajeno no nos es ajeno, y que la empatía es un antídoto esencial contra la barbarie.

En contraste con la intensidad de "Relato sobre un dolor cotidiano", "Son para tres" se presenta como un soplo de aire fresco, una caricia al alma. Aguilar Pradal nos propone una alternativa, una visión idílica de las relaciones afectivas tras una ruptura. Si la primera película era un golpe a la consciencia, esta es un bálsamo, una promesa de sanación. El pasado, en lugar de ser un lastre, se convierte en un impulso, una oportunidad para construir relaciones más sanas, amorosas y disfrutables. "Son para tres" nos invita a transitar por caminos desconocidos, donde el amor, al menos en la ficción, triunfa sobre la toxicidad y el rencor.

Ambas películas, a pesar de sus diferencias temáticas y estilísticas, comparten una profunda sensibilidad y una mirada crítica hacia las dinámicas humanas. Emilio Aguilar Pradal, con su maestría narrativa, nos regala dos piezas cinematográficas que, sin duda, dejarán una huella imborrable en el espectador. Dos cortometrajes que se complementan, ofreciéndonos una visión panorámica de las complejidades del amor, la violencia y la esperanza en el mundo contemporáneo. Dos obras que nos invitan, no solo a mirar, sino a sentir y a reflexionar.

Fuente: El Heraldo de México