
25 de junio de 2025 a las 09:30
¿Simple casualidad?
El poder, un seductor susurro al oído de quienes lo ostentan, a menudo les tienta con la promesa del control absoluto. Eliminar las voces discordantes, silenciar la crítica, moldear la realidad a su imagen y semejanza, se convierte en una obsesión para aquellos que sucumben a su encanto. Y es que, en el ajedrez político, las piezas se mueven con una precisión calculada, cada acción esconde una intención, y las aparentes coincidencias rara vez lo son. Observamos con inquietud cómo se teje una trama que amenaza con asfixiar la libertad y el disenso.
La historia nos ha enseñado, una y otra vez, que el camino hacia el autoritarismo está pavimentado con la supresión de las voces críticas. Desde los regímenes totalitarios del siglo XX hasta los gobiernos populistas de la actualidad, la misma estrategia se repite: acallar a quienes osan cuestionar el poder establecido. En México, hemos sido testigos de cómo esta táctica se ha perfeccionado y aplicado con una preocupante eficacia. El discurso polarizante, la estigmatización del adversario, el acoso sistemático en redes sociales, son herramientas utilizadas para silenciar a la oposición y crear un clima de miedo e intimidación.
La reciente embestida contra las Fiscalías autónomas es un ejemplo claro de esta tendencia. Debilitar estas instituciones, arrebatarles su independencia y someterlas al control del poder político, es un paso peligroso hacia la concentración del poder y la impunidad. De igual forma, las acciones emprendidas por algunos gobernadores para sancionar a medios y ciudadanos críticos, revelan una preocupante intolerancia a la disidencia y un intento por controlar la narrativa pública.
La legalización del despojo de viviendas, impulsada desde el Infonavit, es otra pieza que encaja en este preocupante rompecabezas. Bajo la bandera de la justicia social, se pretende legitimar la ocupación ilegal de propiedades, sentando un precedente peligroso que vulnera el derecho a la propiedad privada y fomenta la inseguridad jurídica. Esta medida, junto con otras acciones que buscan apropiarse de recursos públicos y debilitar las instituciones democráticas, dibuja un panorama sombrío en el que el poder se concentra en pocas manos y se utiliza para fines particulares.
No podemos permitir que estas acciones pasen desapercibidas. Debemos estar alerta y denunciar cualquier intento de silenciar la crítica y socavar las bases de nuestra democracia. La defensa de la libertad de expresión, la independencia de las instituciones y el respeto al estado de derecho son pilares fundamentales para construir una sociedad justa y equitativa. No podemos caer en la complacencia ni en la indiferencia. El futuro de nuestra democracia está en juego. Es momento de alzar la voz y defender nuestros derechos.
Fuente: El Heraldo de México