
25 de junio de 2025 a las 21:55
El cansancio vital: ¿Te suena?
En un mundo que a menudo se siente abrumador, donde la complejidad de la vida nos golpea con la fuerza de un mar embravecido, el Papa León XIV nos tiende una mano amiga, un faro de esperanza en medio de la tormenta. Su reciente catequesis, centrada en las curaciones milagrosas de Jesús, nos recuerda que incluso en los momentos más oscuros, la luz de la fe puede guiarnos hacia la sanación y la renovación.
El Santo Padre ha identificado una dolencia particularmente extendida en nuestros tiempos: el cansancio de vivir. Una fatiga que no se limita al cuerpo, sino que penetra en lo más profundo de nuestro ser, minando nuestra voluntad y apagando la chispa de la alegría. Nos sentimos abrumados por la constante avalancha de información, por la presión social, por la incertidumbre del futuro. Y ante esta abrumadora realidad, optamos por la evasión, por el adormecimiento de los sentidos, con la vana esperanza de que al despertar, el mundo haya cambiado mágicamente.
Pero la realidad, como un río caudaloso, sigue su curso inexorable. No podemos simplemente cerrar los ojos y esperar que los problemas desaparezcan. Es necesario enfrentarlos con valentía, con la certeza de que no estamos solos en esta travesía. Jesús, como un compañero fiel, camina a nuestro lado, ofreciéndonos su mano para guiarnos por los senderos escabrosos de la existencia.
Con la sabiduría de un pastor experimentado, León XIV nos invita a reflexionar sobre la historia de la mujer enferma y la niña moribunda, dos relatos evangélicos que ilustran el poder transformador de la fe. La mujer, marginada y condenada al ostracismo por su enfermedad, se acerca a Jesús con la humildad de quien reconoce su propia fragilidad. No necesita palabras, no necesita grandes demostraciones de fe. Basta un simple toque, un roce furtivo de su mano impura con el manto sagrado, para que la sanación se produzca. En ese gesto silencioso, se condensa la fuerza de una fe inquebrantable, capaz de trascender las barreras sociales y las limitaciones físicas.
El Papa nos advierte sobre la superficialidad con la que a menudo nos acercamos a la fe. Asistimos a las ceremonias religiosas, recitamos las oraciones, pero nuestro corazón permanece distante, ajeno a la verdadera esencia del mensaje evangélico. Como turistas espirituales, recorremos los lugares sagrados sin adentrarnos en la profundidad de su significado. La mujer enferma, en cambio, nos enseña que la verdadera fe no reside en las formas externas, sino en la entrega incondicional, en la confianza ciega en el poder sanador de Jesús.
La historia de la niña moribunda nos ofrece otra lección invaluable. Ante la tragedia, el padre no se deja vencer por la desesperación. Su fe, como una roca firme en medio de la tempestad, lo impulsa a buscar la ayuda de Jesús. Y Jesús, conmovido por la súplica del padre, le devuelve la vida a su hija. Este milagro nos recuerda que la esperanza no es una vana ilusión, sino una fuerza poderosa capaz de vencer incluso a la muerte.
En un mundo marcado por la incertidumbre y el desaliento, el Papa León XIV nos invita a redescubrir la fuerza transformadora de la fe. No se trata de una fe ingenua, ciega a la realidad, sino de una fe madura, consciente de las dificultades, pero al mismo tiempo, convencida de que con la ayuda de Jesús, podemos superar cualquier obstáculo. La fe, nos dice el Santo Padre, es la llave que abre las puertas de la esperanza, la brújula que nos guía hacia la plenitud de la vida. Y en esa esperanza, encontramos la fuerza para afrontar el cansancio de vivir y construir un mundo más justo y solidario.
Fuente: El Heraldo de México