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25 de junio de 2025 a las 19:10

Dile adiós al cáncer de pulmón

La sombra del cigarrillo sigue extendiéndose sobre la salud pulmonar mundial. A pesar de las campañas de concientización y los avances médicos, el tabaquismo se mantiene como el principal culpable del cáncer de pulmón, una enfermedad que siega miles de vidas cada año. No se trata de una simple asociación estadística, sino de una relación causal demostrada por décadas de investigación científica rigurosa. Organismos internacionales como el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, junto a prestigiosos centros oncológicos como el Moffitt Cancer Center, coinciden en que entre el 80% y el 90% de los casos de cáncer de pulmón se deben al consumo de tabaco.

La contundencia de las cifras es alarmante: los fumadores tienen entre 15 y 30 veces más probabilidades de desarrollar cáncer de pulmón que quienes nunca han encendido un cigarrillo. Pero la amenaza no se limita a quienes fuman directamente. El humo de segunda mano, ese enemigo silencioso que se infiltra en hogares, lugares de trabajo y espacios públicos, también cobra sus víctimas. Diversos estudios, más de 30 a nivel internacional, han demostrado que la exposición constante al humo ajeno aumenta el riesgo de cáncer de pulmón hasta en un 26%. Imaginen la magnitud del problema: millones de personas, no fumadoras, expuestas diariamente a un peligro invisible que compromete su salud pulmonar.

Si bien existen otros factores de riesgo, como la exposición a sustancias tóxicas como el arsénico, el radón y el humo diésel, ninguno alcanza la devastación del tabaco. Dejar de fumar, por lo tanto, se erige como la medida más efectiva, la principal herramienta en la lucha contra esta enfermedad. No se trata solo de alargar la vida, sino de mejorar su calidad, de respirar con libertad, de disfrutar plenamente cada instante.

¿Cómo un simple cigarrillo puede desatar una cascada de consecuencias tan graves? La respuesta se encuentra en la compleja interacción entre el humo del tabaco y nuestro organismo. Cada bocanada introduce más de 7.000 sustancias químicas, de las cuales al menos 70 son cancerígenas, auténticos agentes de caos que alteran el delicado equilibrio celular. Hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs) y nitrosaminas, nombres que resuenan en los laboratorios de investigación, se convierten en protagonistas de un drama molecular que culmina en mutaciones genéticas. Estas mutaciones, especialmente en genes cruciales como el TP53, son la firma del cáncer de pulmón en fumadores, una marca indeleble que delata el origen de la enfermedad.

Pero el daño no se limita a las mutaciones. El humo del tabaco desencadena una inflamación crónica, una respuesta inmunitaria persistente que, con el tiempo, daña los tejidos pulmonares y crea un terreno fértil para el desarrollo de tumores. Estudios recientes han identificado proteínas como la IRAK4, activadas por el humo del tabaco, que juegan un papel clave en estos procesos inflamatorios. La imagen generada por Inteligencia Artificial de un pulmón ennegrecido y devastado por el cáncer, tras años de exposición al tabaco, es un recordatorio visual impactante del daño irreversible que causa este hábito. Esa imagen, que podría ser la de cualquier fumador tras 10 o 20 años de consumo, dependiendo de factores individuales como la cantidad de cigarrillos diarios, la edad de inicio, la predisposición genética y la exposición a otros contaminantes, debe servir como una llamada de atención, una advertencia que nos impulse a tomar decisiones responsables, a proteger nuestra salud y la de quienes nos rodean. El camino hacia un futuro libre de humo es un camino hacia un futuro con pulmones sanos, un futuro con vida.

Fuente: El Heraldo de México