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25 de junio de 2025 a las 09:35

Descubre el poder de las plantas mexicanas

Imagine un México donde la medicina del futuro brote, literalmente, de la tierra. Un México donde los agaves, cactáceas y otras plantas resilientes, acostumbradas a la aridez y al sol implacable, revelen sus secretos bioquímicos para combatir enfermedades y mejorar la salud pública. Este escenario, aunque parezca de ciencia ficción, está al alcance de nuestra mano. En nuestro país, un tesoro botánico de valor incalculable espera ser descubierto y aprovechado. Hablamos de especies que han desarrollado, a lo largo de millones de años, estrategias moleculares únicas para sobrevivir en condiciones extremas. Estas estrategias se traducen en la producción de compuestos con un potencial terapéutico asombroso: antioxidantes, antiinflamatorios, inmunorreguladores… Moléculas que podrían ser la clave para tratar enfermedades inflamatorias, autoinmunes, crónico-degenerativas e incluso padecimientos que aún no imaginamos.

Estudios recientes sobre el agave, planta emblemática de México, confirman este potencial. Se han identificado flavonoides, fitoesteroles, saponinas y otros compuestos bioactivos con propiedades medicinales, incluso en los residuos agroindustriales del tequila y el mezcal. ¡Imaginen las posibilidades! Estamos hablando de una fuente prácticamente inagotable de recursos terapéuticos, derivada de una planta que forma parte de nuestra identidad cultural.

Sin embargo, a pesar de esta riqueza, México aún no ha sabido transformar su patrimonio botánico en una estrategia nacional de innovación. Mientras otras regiones del mundo con condiciones ambientales similares han avanzado en la investigación y el desarrollo de productos basados en plantas nativas, nosotros seguimos dependiendo del conocimiento externo. Nos falta un programa nacional coordinado que impulse la investigación en áreas clave como la fitogenómica, la metabolómica, la biomedicina y la ingeniería farmacéutica. Necesitamos un sistema articulado que conecte laboratorios, centros clínicos, universidades, comunidades indígenas y empresas. Un sistema que nos permita no solo descubrir nuevas moléculas, sino también validarlas científicamente, transformarlas en productos útiles y, crucialmente, proteger los saberes tradicionales de la biopiratería, asegurando que los beneficios regresen a las comunidades que han custodiado este conocimiento ancestral durante generaciones.

Afortunadamente, ya existen ejemplos inspiradores en nuestro país. El Jardín Etnobiológico de Oaxaca (JEBOax), impulsado por el maestro Francisco Toledo, es un modelo a seguir. Este espacio no es solo un jardín, es un laboratorio vivo donde convergen la ciencia, la cultura y la biodiversidad. Allí se documentan los saberes tradicionales, se conservan especies nativas y se forman nuevas generaciones de científicos comprometidos con la sostenibilidad. El JEBOax es una muestra tangible de lo que podemos lograr cuando integramos la memoria, la identidad y el futuro.

La creación de una Red Nacional de Investigación en Plantas Nativas de Alta Resiliencia, impulsada por la SECIHTI y articulada con instituciones como la UABJO, el Tecnológico Nacional de México, la UNAM, el Cinvestav y aliados internacionales, es una necesidad urgente. Esta red debe adoptar un enfoque traslacional, es decir, orientado a la aplicación práctica del conocimiento. No se trata solo de descubrir moléculas, sino de transformarlas en soluciones terapéuticas, nutricionales y ambientales que beneficien a todos los mexicanos.

No podemos seguir ignorando el potencial que crece silenciosamente en nuestro territorio. Las plantas resilientes no solo sobreviven, nos enseñan. En su bioquímica silenciosa se encuentra la clave para un futuro más saludable, sostenible y soberano. Un futuro donde la innovación brote de nuestras propias raíces. Un futuro donde la ciencia y la tradición se unan para construir un México más fuerte y resiliente, capaz de afrontar los desafíos del siglo XXI con soluciones propias, nacidas de nuestra tierra y de nuestra cultura. Este no es solo un sueño, es una posibilidad real que debemos construir juntos.

Fuente: El Heraldo de México