
25 de junio de 2025 a las 14:00
Anciana de 90 años se aferra a la vida
La creciente inseguridad que azota nuestras calles ha alcanzado un nuevo punto de inflexión, un punto que nos deja con un nudo en la garganta y una profunda indignación en el alma. Una anciana de 90 años, Nelly, a punto de disfrutar de un merecido paseo con sus compañeros de residencia, se convirtió en la víctima de un acto de cobardía inimaginable. Las imágenes, que circulan en redes sociales como una herida abierta en la conciencia colectiva, muestran la brutalidad del ataque perpetrado por dos "motochorros" en Quilmes. No se trata solo del robo de una cartera, se trata del robo de la tranquilidad, de la dignidad, de la confianza en un mundo que debería proteger a nuestros mayores.
Nelly, con la ilusión de una salida recreativa brillando en sus ojos, llegó puntual a la cita. A las 8:00 de la mañana, la esperaba un día de sol y la compañía de sus amigos. Pero la mañana se tornó oscura, la promesa de alegría se transformó en una pesadilla. Dos individuos en motocicleta, sin un ápice de humanidad, la abordaron con violencia. Casi la arrollaron, la jalaron, la arrastraron por el asfalto, todo por una cartera. La imagen de Nelly aferrándose a un bote de basura, intentando en vano resistir el embate de la violencia, es un puñal en el corazón de cualquier persona de bien.
El testimonio de Betty, amiga de Nelly, nos permite reconstruir los instantes previos al horror. Mientras preparaba la camioneta para el paseo, vio a los dos individuos pasar en motocicleta. Un presentimiento la invadió, pero jamás imaginó la brutalidad de lo que estaba por suceder. La velocidad con la que se desarrollaron los hechos, la violencia desmedida, la indiferencia ante la fragilidad de una anciana, son un reflejo de la descomposición social que nos rodea.
Las consecuencias físicas del ataque son evidentes. A los 90 años, una caída puede ser devastadora. "Está muy dolorida", relata Betty, con la voz quebrada por la impotencia. Pero más allá de las heridas físicas, están las heridas del alma, el miedo, la angustia, la pérdida de confianza. ¿Cómo reconstruir la seguridad de una persona que ha sido violentada de esta manera? ¿Cómo devolverle la tranquilidad que le fue arrebatada?
La pregunta que resuena en el aire, con la fuerza de un grito desesperado, es ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo seguiremos tolerando que la delincuencia se ensañe con los más vulnerables? La historia de Nelly no es un caso aislado, es un síntoma de una enfermedad social que nos corroe. Es un llamado a la reflexión, a la acción, a la exigencia de justicia y seguridad. No podemos permitir que la violencia se convierta en la norma, que el miedo nos paralice. Debemos unirnos como sociedad para proteger a nuestros mayores, para construir un futuro donde la tranquilidad y la dignidad sean un derecho para todos, sin importar la edad. El caso de Nelly nos interpela, nos exige una respuesta. No podemos quedarnos callados, no podemos mirar hacia otro lado. Es tiempo de actuar, es tiempo de exigir un cambio.
Fuente: El Heraldo de México