
26 de junio de 2025 a las 02:46
Alerta: Obesidad, ¡Actúa Ya!
Más allá del "muévete más y come menos": Descifrando la complejidad de la obesidad en México
La obesidad se ha convertido en una sombra que acecha la salud de México, un gigante que se alimenta de la compleja interacción entre nuestra biología, nuestro entorno y las estructuras socioeconómicas que nos rodean. Ya no hablamos solo de kilos de más, sino de un desafío multifactorial que exige una mirada profunda y un abordaje integral que trascienda las simplificaciones. El discurso simplista del "muévete más y come menos" se queda corto, ignorando la intrincada red de factores que tejen esta problemática.
Imaginemos a una persona viviendo en una colonia con acceso limitado a frutas y verduras frescas, rodeada de puestos de comida rápida y con calles inseguras que desalientan el ejercicio al aire libre. ¿Es justo atribuir su sobrepeso únicamente a la falta de voluntad? La realidad es mucho más compleja. La urbanización acelerada, si bien ha traído consigo avances, también ha creado "desiertos alimentarios" donde los alimentos ultraprocesados, cargados de azúcares y grasas, se convierten en la opción más accesible y económica. A esto se suma la omnipresente publicidad que bombardea, especialmente a los más jóvenes, con mensajes que normalizan y hasta glorifican el consumo de estos productos.
El componente genético, aunque importante, no es una sentencia definitiva. Si bien existen genes, como el FTO, que aumentan la predisposición a la obesidad, el estilo de vida juega un papel crucial en su expresión. Incluso etapas clave como el embarazo y la lactancia pueden influir en la programación metabólica de la descendencia, resaltando la importancia de una nutrición adecuada desde los primeros momentos de la vida.
La falta de sueño, el estrés crónico y hasta la microbiota intestinal, ese universo microscópico que habita en nuestro interior, se suman a la ecuación. El sueño reparador no solo es esencial para el bienestar general, sino que también regula hormonas clave del apetito, como la leptina y la grelina. El estrés, por su parte, nos empuja hacia la búsqueda de consuelo en alimentos ricos en grasas y azúcares, mientras que alteraciones en la microbiota intestinal pueden afectar el equilibrio energético y la regulación del apetito.
Y no podemos olvidar el estigma social que acompaña a la obesidad, una carga adicional que perpetúa un círculo vicioso. La discriminación y los prejuicios dificultan la búsqueda de ayuda y generan un malestar psicológico que, a su vez, impacta negativamente en los hábitos de vida.
Es crucial que la atención médica vaya más allá de la receta simplista y se adentre en las particularidades de cada individuo. Algunos medicamentos, como ciertos antipsicóticos, antidiabéticos o anticonvulsivos, pueden contribuir al aumento de peso, un factor que debe ser considerado en el tratamiento.
La solución no reside en culpar al individuo, sino en crear un entorno que promueva la salud. Necesitamos políticas públicas que faciliten el acceso a alimentos nutritivos, que promuevan espacios seguros para la actividad física y que regulen la publicidad de alimentos ultraprocesados, especialmente la dirigida a niños y adolescentes. Es fundamental, además, educar a la población sobre la complejidad de la obesidad, desmitificando prejuicios y empoderando a las personas para que tomen decisiones informadas sobre su salud.
La lucha contra la obesidad no es una carrera individual, sino una maratón colectiva que requiere la participación de todos: gobierno, industria alimentaria, profesionales de la salud, comunidad y, por supuesto, cada individuo. Replantear nuestro enfoque, adoptando una perspectiva integral y empática, es el primer paso para construir un México más saludable.
Fuente: El Heraldo de México