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24 de junio de 2025 a las 08:50
Veracruz: Erick azota 38 municipios
La furia de Erick, aunque ya desvanecida a remanentes, dejó una huella profunda en el corazón de Veracruz. Treinta y ocho municipios aún palpitan las consecuencias de las intensas lluvias, un recordatorio tangible de la fuerza implacable de la naturaleza. Imaginen la angustia de las veinte localidades aisladas en la Huasteca Alta, Baja y la Sierra de Otontepec, cortadas del mundo por la crecida de ríos y el deslave de caminos rurales. Familias separadas, el acceso a provisiones esenciales interrumpido, la incertidumbre cerniéndose sobre cada hogar.
La voz de Guadalupe Osorno, titular de la Secretaría de Protección Civil, nos trae un rayo de esperanza en medio de la adversidad. "Saldo blanco", declara, palabras que resuenan como un bálsamo ante la magnitud de la devastación. No hay vidas que lamentar, una victoria invaluable en la batalla contra los elementos. Sin embargo, la lucha continúa. Ocho municipios lidian con afectaciones severas, treinta más con daños intermedios. El norte del estado, azotado con particular saña, concentra la mayor parte de los estragos.
La solidaridad veracruzana se levanta como un faro en la tormenta. Puentes aéreos se despliegan para alcanzar a las comunidades incomunicadas, llevando víveres, esperanza y la certeza de que no están solos. Albergues temporales abren sus puertas en Tempoal, El Higo, Moralillo y hasta en la capital, Xalapa, preparados para acoger a quienes han perdido todo. La generosidad se multiplica, manos amigas se extienden para auxiliar a los damnificados.
Pánuco, Tantoyuca, Huayacocotla, Ixcatepec, Zontecomatlán, incluso Veracruz, Boca del Río, Xalapa y Actopan, sienten el peso de la destrucción. Pero no se rinden. En Ozuluama, el puente aéreo zumbe incansablemente, transportando alimentos e insumos hacia la cabecera municipal. En Moralillo, la batalla contra el agua se libra con bombas que luchan contra el imparable escurrimiento del río Moctezuma y el desfogue de la presa Chicayán. Una planta potabilizadora móvil se convierte en un oasis, ofreciendo el vital líquido a quienes lo han perdido todo. La ayuda humanitaria fluye, un torrente de solidaridad que se abre paso entre los escombros.
Desde el epicentro de la crisis, la gobernadora Rocío Nahle confirma la respuesta inmediata del gobierno. La coordinación con la Federación es vital, una sinergia de esfuerzos para maximizar el impacto de la ayuda. La mandataria recorre Ozuluama, testigo presencial del desbordamiento que amenaza la laguna del Ostión de Tamiahua. Por aire y tierra, el apoyo llega, respaldado por la invaluable colaboración de las secretarías de la Defensa Nacional y la Marina.
Con el respiro que trae la disminución de las lluvias, la Alerta Gris se desactiva. Un Aviso Especial toma su lugar, manteniendo la vigilancia en las zonas serranas y las cuencas, atentas a los posibles efectos del desfogue de la presa Chicayán. La amenaza aún no desaparece por completo, pero la resiliencia veracruzana se mantiene firme, lista para enfrentar cualquier desafío. La reconstrucción será larga y ardua, pero la esperanza, como la solidaridad, se alza imparable.
Fuente: El Heraldo de México