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25 de junio de 2025 a las 01:50

Reglas de oro para explorar la CDMX

Adentrarse en el laberinto urbano de la Ciudad de México, una metrópolis palpitante con una historia que se respira en cada esquina, es como viajar en el tiempo. La exploración urbana, o urbex, nos permite descubrir las huellas del pasado, los secretos susurrados por los muros de edificios abandonados, fábricas silenciosas y túneles que guardan ecos de épocas pasadas. Imaginen caminar por los pasillos de un antiguo hospital, donde el tiempo se detuvo, las camillas aún esperan pacientes que nunca llegarán y el olor a desinfectante se mezcla con el polvo del olvido. O quizás descender a las profundidades de la ciudad, explorando túneles del metro abandonados, iluminados solo por la linterna que corta la oscuridad y revela los misterios que se esconden en las sombras.

El urbex no es simplemente turismo; es una inmersión en la arqueología del presente, una forma de conectar con las historias no contadas, con la vida que una vez bulló en estos lugares y que ahora yace dormida, esperando ser redescubierta. En la CDMX, la rápida urbanización y la riqueza histórica crean un escenario perfecto para esta práctica. Pensemos en las antiguas casonas porfirianas, con sus fachadas imponentes y sus interiores deteriorados, testigos silenciosos de un pasado opulento. O las fábricas textiles abandonadas, donde aún se pueden encontrar hilos y maquinaria, vestigios de una industria que alguna vez dio vida a la ciudad.

Pero esta aventura no está exenta de riesgos. No se trata solo de tomar fotos impactantes para Instagram o TikTok. Es fundamental entender que la exploración urbana requiere responsabilidad, respeto y, sobre todo, precaución. Las estructuras abandonadas pueden ser inestables, albergar materiales peligrosos o incluso ser refugio de personas o animales. Por eso, la comunidad urbex ha desarrollado un código de ética, una serie de reglas no escritas que garantizan la seguridad y la preservación de estos espacios.

La regla de oro es nunca explorar solo. Siempre debe haber un compañero, alguien que pueda brindar ayuda en caso de emergencia. Además, es crucial informar a alguien de confianza sobre la ubicación y el tiempo estimado de la exploración. Imaginen quedar atrapados en un sótano oscuro, sin señal telefónica y sin que nadie sepa dónde encontrarlos. La preparación es clave: investigar la historia del lugar, identificar posibles riesgos y conocer las regulaciones legales. En la CDMX, muchos sitios están protegidos, y entrar sin permiso puede tener consecuencias legales.

El urbex no es vandalismo. No se trata de saquear, dañar o alterar el entorno. La filosofía es "leave no trace", dejar el lugar tal como lo encontramos. No se llevan "souvenirs", no se pintan graffitis, no se rompe nada. Se observa, se documenta, se respeta. Llevar el equipo adecuado es esencial: linternas, cascos, guantes, calzado resistente y un botiquín de primeros auxilios. La discreción es fundamental. Evitar llamar la atención, ser silencioso y respetuoso con el entorno. Y, por supuesto, obedecer las señales de advertencia. Si un lugar está marcado como peligroso, hay una razón.

Finalmente, es importante recordar que la exploración urbana no es una competencia. No se trata de llegar más lejos, de correr más riesgos o de obtener la foto más impactante. Se trata de conectar con la historia, de explorar la ciudad desde una perspectiva diferente y de hacerlo de forma responsable y segura. La CDMX, con su rica historia y su laberinto urbano, ofrece un sinfín de posibilidades para la exploración urbana. Pero recordemos que la aventura debe ir acompañada de respeto, precaución y un profundo aprecio por el pasado.

Fuente: El Heraldo de México