
24 de junio de 2025 a las 09:10
Redescubre la magia del mural de Cauduro
A cinco siglos de la pluma de Dante que nos adentró en la oscuridad y luz de la Divina Comedia, la mirada de Doré, el ilustrador francés, nos regaló una nueva dimensión de la obra maestra. Sus grabados, auténticas ventanas al Infierno, Purgatorio y Paraíso, se fusionaron con la palabra escrita de forma indisoluble. Hoy, difícilmente podemos concebir La Divina Comedia sin evocar las imágenes potentísimas de Doré, que nos recuerdan, con especial énfasis en los círculos infernales, la consecuencia de los vicios y las traiciones humanas.
De la misma manera, el maestro Rafael Cauduro, con su mural en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, nos confronta con una realidad que exige ser transformada. Cuando la palabra, el discurso, se vacían de contenido y la justicia se convierte en un concepto abstracto, Cauduro nos sacude con la fuerza de sus imágenes. Nos obliga a mirar, a no olvidar.
El mural, comisionado entre las presidencias de los ministros Góngora Pimentel y Ortiz Mayagoitia, se planteó como un rescate de la tradición muralista mexicana en edificios públicos. Sin embargo, la propuesta de Cauduro trascendió la mera decoración. Su obra, La historia de la justicia en México, no es un recorrido complaciente por la historia jurídica del país. No encontraremos allí una narrativa lineal desde la época prehispánica hasta nuestros días.
Lo que Cauduro nos presenta es un espejo, a veces doloroso, de las fallas y los vicios que corroen el sistema de justicia. Siete segmentos, siete pecados capitales, siete heridas abiertas en el cuerpo social: la represión, la tortura, la violación, el homicidio… Imágenes crudas, desgarradoras, que nos interpelan directamente.
Montañas de expedientes olvidados, oxidados por el tiempo, representan miles de historias de injusticia. Miradas que nos observan desde las grietas, cargadas de impotencia, de rabia contenida. Cárceles hacinadas, un caos donde se mezclan culpables e inocentes, un reflejo de la locura del sistema. Y como culminación, un tzompantli moderno, un muro de calaveras que simboliza a las víctimas sacrificadas en el altar de la injusticia.
Este mural no es una simple obra de arte, es una llamada a la conciencia. Es un recordatorio constante para quienes transitan por los pasillos de la Suprema Corte de que la justicia no es un ideal abstracto, sino una realidad que debe construirse día a día. Cauduro nos invita a despojarnos de las visiones románticas y a confrontar la crudeza de lo que es, a escuchar el clamor de un pueblo dividido entre la sed de justicia y el dolor de la injusticia.
Que las imágenes de Cauduro nos acompañen, que nos recuerden la responsabilidad que tenemos de construir un sistema de justicia digno, un sistema que no se limite a las palabras escritas en el papel, sino que se traduzca en hechos concretos, en una realidad palpable para todos. Que este mural sea un espejo que nos obligue a mirarnos, a reflexionar, a actuar. Que sea, en definitiva, un catalizador para el cambio.
Porque cuando las palabras se agotan, cuando los discursos se desvanecen, las imágenes permanecen. Y las imágenes de Cauduro, grabadas en los muros de la Suprema Corte, son un grito silencioso que exige ser escuchado.
Fuente: El Heraldo de México