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25 de junio de 2025 a las 02:30

La psicología del quejoso: ¿víctima o saboteador?

Todos hemos encontrado a esa persona. La que, apenas inicias una conversación, te inunda con un torrente de quejas. El trabajo, la familia, el clima, la política… cualquier tema es válido para desatar una cascada de lamentos. Intentas, con la mejor intención, cambiar el rumbo de la conversación, pero es inútil. La negatividad es un imán que atrae más negatividad y te ves atrapado en una espiral descendente de pesimismo. Este comportamiento, conocido como victimismo crónico, va más allá de una simple predisposición a quejarse. Se trata de una forma de relacionarse con el mundo, una lente a través de la cual todo se tiñe de gris.

La psicología nos ofrece una explicación a este fenómeno. Las personas con victimismo crónico se escudan en un papel de víctima para eludir la responsabilidad de sus propias acciones. Consciente o inconscientemente, proyectan la culpa de sus problemas en los demás, en las circunstancias, en el destino… en cualquier cosa menos en sí mismos. Este mecanismo de defensa les permite evitar la autocrítica y la necesidad de cambio, perpetuando así su ciclo de sufrimiento.

Si bien el victimismo crónico no se considera una patología en sí mismo, expertos advierten sobre la posibilidad de que, con el tiempo, derive en trastornos más complejos, como el trastorno paranoide de la personalidad. La constante atribución de malas intenciones a los demás puede alimentar una profunda desconfianza y una visión distorsionada de la realidad.

El pesimismo exacerbado es otra característica distintiva. Para el victimista crónico, el vaso siempre está medio vacío, o directamente roto. Su enfoque se centra en lo negativo, magnificando los problemas e ignorando las posibles soluciones o los aspectos positivos de su vida. Esta visión sesgada refuerza su percepción de ser víctimas de las circunstancias y les impide tomar las riendas de su propio destino.

Detrás de esta muralla de lamentos, a menudo se esconde una profunda necesidad de atención y validación. El victimismo crónico se convierte en una estrategia, consciente o inconsciente, para llamar la atención del entorno, para obtener apoyo y compasión. Sin embargo, esta búsqueda de consuelo a través de la queja constante acaba generando el efecto contrario, alejando a las personas y reforzando su aislamiento.

¿Qué hacer si convivimos con una persona con victimismo crónico? Los psicólogos recomiendan no entrar en su juego. Es fundamental establecer límites y evitar alimentar el ciclo de la queja. Un primer paso es confrontar la situación, señalando que sus lamentos son recurrentes y que la verdadera valentía reside en buscar soluciones.

Si la persona muestra una genuina disposición a cambiar, podemos ofrecerle nuestro apoyo, pero siempre desde la firmeza y la claridad. Debemos dejar claro que estamos dispuestos a escuchar sus problemas, pero no a ser receptáculos de quejas sin fin. Es importante priorizar nuestro propio bienestar emocional y no permitir que el victimismo ajeno nos afecte.

El camino hacia el cambio para una persona con victimismo crónico no es fácil, requiere de autoconocimiento, responsabilidad y un esfuerzo consciente por modificar patrones de pensamiento arraigados. Sin embargo, con el apoyo adecuado y la voluntad de transformar su perspectiva, es posible romper el ciclo de la queja y construir una vida más plena y satisfactoria.

Fuente: El Heraldo de México