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24 de junio de 2025 a las 03:00

Justicia para Mitzi: Un caso de acoso mortal

La tragedia que rodea la muerte de una joven estudiante de bachillerato en Oaxaca en 2012 nos recuerda la oscura realidad de la violencia invisible que puede llevar a consecuencias devastadoras. La reciente detención de I.J.M., familiar de la víctima, acusada de homicidio por inducción, abre una profunda reflexión sobre la responsabilidad que tenemos como sociedad en la prevención del suicidio, especialmente cuando este es el resultado de un prolongado maltrato psicoemocional y físico. No podemos ignorar las señales, ni minimizar el impacto de la violencia en todas sus formas. El caso de la joven oaxaqueña, sometida a presiones inimaginables hasta el punto de quitarse la vida, exige justicia y nos obliga a preguntarnos: ¿cuántos casos similares permanecen ocultos, silenciados por el miedo o la ignorancia?

La Fiscalía General del Estado de Oaxaca, al realizar investigaciones con perspectiva de género, da un paso crucial en la visibilización de este tipo de violencia, a menudo subestimada. Es fundamental que se profundice en las circunstancias que llevaron a esta tragedia y que se aplique todo el peso de la ley a quienes resulten responsables. La violencia psicológica, aunque no deje marcas visibles, puede ser tan letal como la física, destruyendo la autoestima, la esperanza y, finalmente, la vida de las víctimas.

Este caso encuentra un doloroso eco en la reciente sentencia condenatoria contra Alfredo “N” en Jalisco, culpable de inducir el suicidio de su hija tras años de violencia y control. La historia de esta joven, privada de su libertad y sometida a un régimen de aislamiento extremo, es un escalofriante ejemplo de cómo la manipulación y el abuso pueden llevar a una persona al límite. Desde su infancia, marcada por la separación de sus padres y la lucha por su custodia, hasta su adolescencia, vivida bajo un control asfixiante, la víctima fue despojada de su derecho a una vida plena y libre.

El patrón de abuso que se revela en la investigación, que se remonta a la relación de Alfredo “N” con una menor de 13 años, es una señal de alarma que no podemos ignorar. La justicia, al condenar a Alfredo “N”, sienta un precedente importante, pero también nos interpela como sociedad a estar más atentos a las señales de violencia y a brindar apoyo a las víctimas. No podemos permitir que el silencio y la indiferencia se conviertan en cómplices de estas tragedias.

Es imperativo fortalecer las redes de apoyo para las víctimas de violencia, promover la educación en igualdad y fomentar una cultura de respeto que rechace cualquier forma de abuso. La lucha contra la violencia de género y la prevención del suicidio requieren un esfuerzo conjunto de las instituciones, las familias y la sociedad en su conjunto. No podemos mirar hacia otro lado. Cada vida perdida por la violencia es una derrota para todos. Debemos romper el ciclo del abuso y construir un futuro donde la vida, la dignidad y la libertad de todas las personas sean respetadas y protegidas. El recuerdo de estas jóvenes debe impulsarnos a actuar con determinación y a no descansar hasta que la violencia sea erradicada de nuestras comunidades.

Fuente: El Heraldo de México