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25 de junio de 2025 a las 02:10

Irán: ¿Bomba atómica en 6 meses?

La sombra de la incertidumbre se cierne sobre Oriente Medio. Tras el estruendo de las explosiones y el polvo levantado por la Operación Martillo de Medianoche, la amenaza nuclear iraní, lejos de desvanecerse, parece haber mutado, adaptándose a las nuevas circunstancias. Si bien los informes iniciales sugerían una contundente victoria para Estados Unidos y sus aliados, la realidad que emerge de las sombras de la inteligencia militar es mucho más compleja y preocupante.

El acceso a la bomba atómica por parte de Irán, la pesadilla que la operación pretendía conjurar, sigue siendo una posibilidad latente. Aunque el plazo estimado se ha duplicado –de tres a seis meses–, la persistencia de esta amenaza subraya la complejidad del desafío y la capacidad de adaptación del régimen iraní. Los bombardeos, que se concentraron en las instalaciones clave de Fordo, Natanz e Isfahan, no lograron el objetivo de aniquilar el programa nuclear iraní. Si bien los accesos a estas plantas de enriquecimiento de uranio han sido sellados, su interior, con la maquinaria esencial intacta, permanece como una promesa de reactivación. La electricidad, el combustible vital para estas instalaciones, ha sido gravemente afectada, especialmente en Fordo, enterrada en las entrañas de una montaña. Sin embargo, este obstáculo parece ser temporal, una carrera contrarreloj entre la capacidad iraní de restaurar el suministro eléctrico y la presión internacional para impedirlo.

El análisis minucioso de los daños, llevado a cabo por la inteligencia militar del Pentágono, revela un panorama desigual. Natanz, el corazón palpitante del programa de enriquecimiento, ha sufrido la mayor devastación. Isfahan, el centro neurálgico, requirió el despliegue de misiles Tomahawk, una muestra de la profundidad y fortificación de estas instalaciones, inmunes incluso a las bombas "bunker busters".

Pero hay piezas cruciales del rompecabezas que siguen desaparecidas. El uranio enriquecido y las centrifugadoras, elementos esenciales para la reconstrucción del programa nuclear, permanecen inlocalizables. La hipótesis que cobra fuerza en los círculos de inteligencia es que este material vital fue retirado meses antes de la ofensiva, anticipándose a la tormenta que se avecinaba. Esto sugiere una planificación meticulosa, una estrategia a largo plazo que trasciende la inmediatez de los bombardeos.

La posibilidad de que Irán haya establecido instalaciones secretas, más pequeñas y discretas, añade otra capa de complejidad al escenario. Bajo la atenta mirada de la ONU, el régimen iraní podría estar tejiendo una red clandestina para continuar su programa nuclear, una amenaza fantasma que se escabulle entre las grietas de la vigilancia internacional.

En Washington, la incertidumbre se traduce en cautela. La reunión de alto nivel convocada por Donald Trump con miembros del Congreso ha sido pospuesta. Antes de evaluar los resultados de la Operación Martillo de Medianoche, se requiere una comprensión completa del panorama, una claridad que por el momento se niega a emerger de entre las sombras de la inteligencia y la geopolítica. El silencio que precede a las decisiones trascendentales se cierne sobre la Casa Blanca, mientras el mundo observa con atención el próximo movimiento en este peligroso juego de ajedrez nuclear. La amenaza persiste, agazapada, esperando su momento. La partida, lejos de haber terminado, apenas ha comenzado.

Fuente: El Heraldo de México