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25 de junio de 2025 a las 00:45
Hotel embrujado en CDMX: Verano de terror
En el corazón de la Ciudad de México, donde la historia y el misterio se entrelazan como las raíces de un antiguo árbol, se yergue el imponente y espectral Hotel Posada del Sol. Un coloso arquitectónico que, a pesar de su decadencia, se niega a ser olvidado, susurrando historias de tragedias y sucesos inexplicables a quienes se atreven a acercarse. Mucho más que un simple edificio abandonado, la Posada del Sol es un portal a un pasado turbulento, un escenario donde la realidad se desdibuja y da paso a lo sobrenatural.
Su historia comienza con la ambición desmedida de un hombre, el ingeniero Fernando Saldaña Galván, quien en 1945 soñó con erigir un monumento a la cultura y el arte. Imaginó un espacio donde la grandeza arquitectónica europea se fusionara con la vibrante esencia mexicana, un crisol de estilos que incluía art nouveau, art déco, barroco, neogótico y neoclásico. Su visión se materializó en un edificio imponente, adornado con esculturas majestuosas, como la enigmática figura femenina contemplando el universo, obra del reconocido artista colombiano Rómulo Rozo. Jardines exuberantes y patios bañados de luz complementaban la obra, junto con un mural del célebre pintor Roberto Cueva del Río. La Posada del Sol prometía ser un templo del arte, un faro de civilización en el corazón de la ciudad.
Sin embargo, el destino tenía otros planes. La tragedia se cernió sobre el proyecto antes de su culminación, sumiendo a la Posada del Sol en una espiral de decadencia y misterio. La versión oficial relata el suicidio de Saldaña Galván, encontrado sin vida, colgado de una campana en uno de los patios principales, frente a la serena mirada de San Francisco de Asís. Pero las leyendas urbanas, como enredaderas que se aferran a los muros del tiempo, tejen historias más siniestras. Se susurra que, abrumado por las deudas y la desesperación, Saldaña no solo se quitó la vida, sino que antes cometió un acto atroz, acabando con la vida de su esposa e hijos. Sea cual sea la verdad, su espíritu, dicen, aún vaga por los pasillos de la Posada, un guardián espectral de su sueño inconcluso.
La tragedia no abandonó la Posada del Sol. En los años 60, mientras parte del edificio albergaba una guardería, una nueva sombra se cernió sobre el lugar. Una niña desapareció misteriosamente, su cuerpo encontrado días después en la habitación 103. Desde entonces, su presencia fantasmal se ha convertido en parte integral del folclore del hotel. Risas infantiles que resuenan en la quietud, pasos ligeros que recorren los pasillos vacíos y la silueta de una pequeña con un vestido blanco, especialmente cerca de la habitación 103, son testimonios escalofriantes de su tragedia. Un pequeño altar con juguetes, dulces y la fotografía de una niña con mirada triste, ubicado en los sótanos del hotel, es un conmovedor recordatorio de su alma en pena.
Con el abandono total del edificio, nuevas historias surgieron de las sombras. Exploradores urbanos relatan el hallazgo de signos de rituales satánicos en los sótanos: círculos de invocación, restos de animales, veladoras derretidas y símbolos crípticos. Se habla también de pasadizos secretos, túneles que conectan diferentes zonas de la colonia Doctores y puertas ocultas que conducen a espacios sellados donde se escuchan ruidos inexplicables. Los vecinos, testigos silenciosos de la decadencia del hotel, afirman escuchar lamentos, gritos desgarradores y susurros que emanan de las paredes en las noches más oscuras.
La Posada del Sol permanece cerrada al público, un enigma envuelto en misterio y protegido por las autoridades. Sin embargo, su aura de misterio atrae a curiosos, investigadores paranormales, fotógrafos urbanos y aventureros que desafían la ley para adentrarse en sus ruinas, buscando desentrañar los secretos que se ocultan tras sus muros deteriorados. Cada paso que dan dentro de la Posada del Sol es un viaje al corazón del misterio, una experiencia que desafía los límites de la realidad y nos recuerda que algunos lugares guardan historias que se niegan a ser olvidadas.
Fuente: El Heraldo de México