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24 de junio de 2025 a las 05:25

Espinoza Paz y la canción para su ex ¿Llorarás al escucharla?

El desamor, un motor creativo inagotable. ¿Quién no ha experimentado esa punzada en el pecho, esa sensación de vacío que parece consumirlo todo? Espinoza Paz, el prolífico compositor, lo ha vivido en carne propia y, como el alquimista que transforma el plomo en oro, ha transmutado ese dolor en una joya musical: "Besitos en el cuello".

La historia detrás de esta canción, ahora un himno al desamor coreado por multitudes, es tan conmovedora como la melodía misma. Imaginen la escena: Espinoza Paz, con el corazón en un puño, presenciando la boda de su gran amor… con otro hombre. Un golpe devastador, sin duda. Pero en lugar de sucumbir al abismo de la tristeza, el compositor canalizó su dolor, lo transformó en versos cargados de nostalgia y resignación. Días después del evento que marcó su vida, la letra de "Besitos en el cuello" comenzó a fluir, como un río desbordado por la tormenta emocional.

Este episodio revela la profunda sensibilidad de Espinoza Paz, su capacidad para conectar con las fibras más íntimas del ser humano. Y es que el compositor sinaloense ha confesado abiertamente que el sufrimiento es su musa, la fuente de inspiración que alimenta su creatividad. Cada experiencia dolorosa, cada desilusión, se convierte en la materia prima para sus composiciones, ya sean para su propio repertorio o para otros artistas que buscan transmitir la intensidad de las emociones humanas.

"Besitos en el cuello", en la voz de El Coyote y su Banda Tierra Santa, alcanzó la cima de la popularidad en 2005. Muchos la cantamos, la bailamos, nos identificamos con su letra desgarradora, sin saber que detrás de ella se escondía una historia real, un corazón roto que encontró consuelo en la música. La canción se convirtió en un éxito rotundo, un fenómeno que resonó en miles de almas que también habían experimentado el amargo sabor del desamor.

¿Por qué estas melodías, impregnadas de dolor, nos conmueven tanto? Quizás porque nos recuerdan nuestra propia vulnerabilidad, nuestra capacidad de amar y de sufrir. Nos permiten conectar con nuestras emociones más profundas, con esas experiencias que nos marcan para siempre. La música se convierte entonces en un bálsamo, en un espacio de catarsis donde podemos llorar, gritar, y finalmente, sanar.

La historia de "Besitos en el cuello" es un testimonio del poder transformador del arte. Espinoza Paz, con su sensibilidad excepcional, nos demuestra que incluso en los momentos más oscuros, la creatividad puede florecer, convirtiendo el dolor en belleza, la tristeza en poesía. Y nos recuerda que, en el fondo, todos compartimos la misma condición humana, la misma capacidad de amar y de sufrir, y que la música es el lenguaje universal que nos une en esa experiencia compartida. ¿Quién no ha sentido alguna vez esos "besitos en el cuello", esa marca indeleble que deja el amor, incluso cuando se ha ido?

Fuente: El Heraldo de México