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24 de junio de 2025 a las 09:15

Descubre los secretos de la casa

En un mundo cada vez más interconectado, donde la información fluye a velocidades vertiginosas, surge la inquietante pregunta: ¿a qué precio estamos dispuestos a sacrificar nuestra privacidad y libertad en nombre de la seguridad? La sombra de la vigilancia estatal se cierne sobre nosotros, evocando los escenarios distópicos descritos por George Orwell en su obra maestra "1984". La reciente aprobación de cinco reformas legislativas nos obliga a reflexionar sobre el delicado equilibrio entre la protección ciudadana y el respeto a los derechos humanos fundamentales.

Estas reformas, presentadas bajo el manto de la seguridad nacional, otorgan un poder desmedido al Estado para acceder a nuestra información personal. Imaginen un mundo donde cada clic, cada conversación, cada transacción queda registrada y almacenada en bases de datos gubernamentales. La Ley del Sistema Nacional de Investigación e Inteligencia en Seguridad Pública, por ejemplo, permite a las autoridades acceder a información confidencial de instituciones como el IMSS, el SAT, el ISSSTE, registros civiles y catastros, sin nuestro consentimiento. ¿Dónde queda la garantía de la privacidad individual?

La Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en conjunto con la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, crea el servicio de usuarios del servicio móvil, una herramienta que pone en manos del Estado la posibilidad de acceder a la ubicación en tiempo real, conversaciones, mensajes, redes sociales y aplicaciones de cualquier persona. ¿Estamos dispuestos a renunciar a nuestra intimidad digital en nombre de una supuesta seguridad?

La Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones, con facultades ampliadas en la Ley General de Población y la Ley de Trámites Burocráticos, tendrá el control de la CURP digital y la LlaveMx, herramientas que concentran aún más información sensible sobre cada uno de nosotros. ¿Quién nos garantiza que estos datos estarán protegidos del mal uso y la manipulación? La historia nos ha enseñado que el poder absoluto corrompe absolutamente, y la concentración de información en manos del Estado representa un riesgo latente para la libertad individual.

La pregunta crucial es: ¿quién vigilará a los vigilantes? La falta de transparencia y rendición de cuentas en el manejo de nuestra información genera una profunda desconfianza. Casos como los Guacamaya Leaks, el espionaje con Pegasus y el robo de datos ciudadanos en posesión del gobierno demuestran la vulnerabilidad de nuestros datos ante la ineficacia y la posible corrupción dentro de las propias instituciones.

La censura, la autocensura y el miedo son las consecuencias inevitables de un Estado omnipresente que controla la información y vigila cada uno de nuestros movimientos. La aprobación de estas cinco leyes, junto con la captura del Poder Judicial, completa la construcción de un sistema orwelliano donde el "Gran Hermano" observa y controla cada aspecto de nuestras vidas. ¿Estamos dispuestos a vivir en una sociedad donde la libertad y la privacidad son meros recuerdos del pasado?

Es crucial que, como ciudadanos, alcemos la voz y defendamos nuestros derechos fundamentales. La vigilancia excesiva no es el camino hacia la seguridad, sino hacia la opresión. Debemos exigir transparencia, rendición de cuentas y límites claros al poder del Estado. El futuro de nuestra libertad depende de ello.

Fuente: El Heraldo de México