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24 de junio de 2025 a las 00:40

México en la mira: ¿Refugio o campo de batalla?

La sombra de un conflicto bélico, aunque distante, siempre genera inquietud. La reciente escalada de tensión entre Irán y Estados Unidos ha despertado, comprensiblemente, la pregunta sobre cómo un eventual ataque al territorio estadounidense impactaría a México. Si bien la idea de un ataque nuclear parece sacada de una película apocalíptica, es fundamental analizar las posibles consecuencias para estar preparados ante cualquier escenario, por improbable que parezca.

México, con su firme política de no intervención en conflictos armados, se vería afectado de manera indirecta, pero significativa. Más allá de la retórica política y las declaraciones oficiales, la realidad geográfica y la estrecha relación con Estados Unidos nos exponen a consecuencias inevitables. El principal peligro, como señalan los expertos, radica en el fallout, esa nube invisible de polvo radiactivo que, impulsada por los vientos, no respeta fronteras. Imaginen la devastación: ciudades fronterizas como Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Piedras Negras y Ciudad Acuña, convertidas en zonas de alto riesgo, con miles de vidas en peligro inmediato y un futuro incierto. El investigador Jesús Manuel Macías M., del CIESAS-México, pinta un panorama desolador: cientos de miles de muertes y la infraestructura esencial reducida a escombros, dificultando la vida, incluso la supervivencia, de los habitantes.

El Colegio de la Frontera Norte refuerza esta preocupante perspectiva, enfatizando que el riesgo para la población mexicana, aunque variable, es innegable. La cercanía a las bases militares estadounidenses, potenciales objetivos en un conflicto, incrementa la vulnerabilidad de las comunidades fronterizas. No podemos ignorar esta realidad.

Pero el impacto no se limitaría a la zona fronteriza. Las consecuencias económicas serían devastadoras para todo México. La economía, estrechamente ligada a la estadounidense, se vería afectada por la interrupción del comercio, la caída de las inversiones y la incertidumbre global. El turismo, un pilar de nuestra economía, sufriría un desplome sin precedentes. El miedo a la radiación y la inestabilidad política disuadirían a los viajeros, dejando a miles de familias sin sustento.

Y luego está la crisis migratoria. Millones de personas, buscando refugio del caos y la destrucción, se desplazarían hacia el sur, desbordando la capacidad de respuesta de México. La presión sobre los recursos, la infraestructura y los servicios sociales sería inmensa, generando tensiones sociales y poniendo a prueba la solidaridad nacional.

El medio ambiente también sufriría las consecuencias de un ataque nuclear. La contaminación radiactiva del aire, el agua y la tierra tendría efectos a largo plazo en la salud de las personas y los ecosistemas. Las consecuencias para la agricultura y la pesca serían devastadoras, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria del país.

Ante este panorama, es crucial que México se prepare. No se trata de caer en el alarmismo, sino de tomar medidas preventivas. Fortalecer los sistemas de protección civil, desarrollar protocolos de emergencia, invertir en la investigación y la tecnología para la detección y mitigación de la radiación, y promover la cooperación internacional son pasos fundamentales para proteger a nuestra población.

La posibilidad de un ataque nuclear en Estados Unidos es, sin duda, un escenario aterrador. Pero no podemos darnos el lujo de ignorarlo. La prudencia y la preparación son nuestras mejores aliadas. Informarnos, exigir a nuestras autoridades que tomen medidas y promover la cultura de la prevención son responsabilidades que todos compartimos. La seguridad de México, en un mundo cada vez más incierto, depende de ello.

Fuente: El Heraldo de México